Desalinizadoras: entre la necesidad y la sostenibilidad
En plena sequía, la apuesta del Gobierno español para conseguir agua potable se apoya en las desalinizadoras, aunque los expertos advierten de sus inconvenientes.
Eran los 90 cuando la película Waterworld pronosticaba un futuro post apocalíptico en el que el mundo era todo mar y el agua dulce un bien escaso objetivo de cazadores.
30 años más tarde no vivimos flotando pero sí pensando en cómo conseguir agua en pleno azote de una de las mayores sequías de la historia, que no es sino otro de los muchos avisos del cambio climático y que solo tiene visos de empeorar. Ante este escenario, la duda vuelve a ser la misma: ¿de dónde sacar el agua?
Los años 90 fueron solo un aviso
España se enfrenta a esta sequía con el precedente de los años 90, década escenario de una gran crisis de escasez de agua.
Entonces, ciudades como Sevilla o Bilbao llegaron a cortar el agua durante 12 horas diarias, hubo localidades que se abastecieron con la llegada de barcos cisterna y se llegó a crear la figura de “la policía del agua”, para vigilar posibles fugas.
Ahora, en un contexto de cambio climático, debemos afrontar esta sequía actual como potencialmente más profunda. El agua era y sigue siendo, oro líquido.
Si bien las historias se repiten en un claro signo de nuestra falta de memoria, algo se aprendió de aquel entonces.
Daniel López Marijuán, responsable de energía, residuos y cambio climático de la organización Ecologistas en Acción cree que “se consiguió una concienciación ciudadana notable. En Sevilla ya están por debajo de los 100 litros de consumo diario, de los más de 140 de entonces”, manifiesta a TRT Español.
Y se sigue concienciando para que esa cifra siga bajando, al menos, hasta los 90 litros. Un proceso pedagógico que debe ir de la mano de medidas contundentes.
Desalinizadoras: ¿una esperanza o algo contraproducente?
Una palabra que está en boca de todos es la de las desalinizadoras, la gran apuesta del Gobierno de España para conseguir agua potable, aprovechando ser el quinto país en el mundo con mayor número de instalaciones de este tipo (unas 770).
Un número que aumentará acorde al plan del Gobierno, cuyo Consejo de Ministros anunció en 2023 que construirá tres plantas más en el sur de la península.
Con las desalinizadoras se realiza un proceso denominado ósmosis inversa, que emplea membranas para separar las sales del agua. Sobre el papel parece esperanzador pero no está exento de polémica, ya que los especialistas advierten del elevado coste que estas suponen.
Un trabajador de la planta desalinizadora de Sagunto en Valencia, España. (GETTY IMAGES)
“Es una solución de emergencia. Son caras, necesitan 5 años de tramitación y tienen un elevado coste energético. Por eso solo son aceptables si la electricidad para la ósmosis inversa es fotovoltaica”, cuenta a TRT Español López Marijuán.
Santiago Gutiérrez, gerente de Chiclana Natural, empresa que gestiona el agua, los residuos y el medio ambiente, considera por su parte que “no se ha hecho un estudio económico de cuánto encarecería la factura del agua esta incorporación de la desalación”.
Algo que, según él, “tiene sentido en zonas donde no exista posibilidad de utilizar otras fuentes de suministro y donde los consumos sean muy limitados”.
Por si el factor económico no fuera poco, se alerta también de su impacto en el medioambiente, ya que de este proceso se producen 1,5 litros de salmuera por cada litro de agua dulce, un vertido que se debería tratar como un vertido ya que es potencialmente nocivo para el ecosistema marino.
El lecho seco del río Saja, Cantabria, España, luego de una importante sequía. (GETTY IMAGES)
Las desalinizadoras se muestran como una solución comprensible pero solo a utilizar en momentos de urgencia, ya que se corre el riesgo de tapar lo verdaderamente necesario.
“Se está planteando a la desalación como una especie de solución mágica a la sequía que no se corresponde con la realidad y que obedece únicamente a intereses electoralistas y de sectores que aspiran a seguir consumiendo agua más allá de lo razonable”, declara a TRT Español Santiago de manera tajante.
Otras medidas a tener en cuenta
Más importante que las famosas desalinizadoras como recurso, es necesario atajar el problema de raíz.
Santiago Gutiérrez propone dejar atrás la “antigua cultura del agua”, basada en conseguir más agua para consumir más, para llegar a “una nueva cultura del agua, más centrada en la gestión de la demanda y que promueve que seamos los seres humanos los que adaptemos los usos a la disponibilidad del recurso”.
La única manera de combatir la sequía de manera eficaz y no puntual es pensar en el futuro.
Y esto se hace de diferentes maneras, como por ejemplo, transitando a una agricultura más sostenible, ya que actualmente el 80% del agua dulce se utiliza en regadíos y eso, en un país con historial de escasez, no hace más que agravar la situación.
Balsa para riego agrícola en la ciudad de Yecla, Murcia, España. (GETTY IMAGES)
Como comenta Santiago “hay que primar el ahorro y la eficiencia de la gestión, entendiendo el agua como un derecho humano y como un bien escaso y esencial para la vida. Se trata de la forma en que nos relacionamos con la naturaleza”.
Además, es importante contar con infraestructuras pensadas en ahorrar y evitar pérdidas.
Daniel López propone “que todos los municipios cuenten con planes para hacer frente a la sequía (muy pocos los tienen), observatorios ciudadanos del agua, controlar y cobrar las captaciones de agua subterránea, regar y baldear con agua regenerada, limitar las piscinas y ¡quitar todos los tapones de las bañeras de los hoteles!”.
Cabe señalar pues la importancia del factor pedagógico y la concienciación, y será cosa de adaptarnos y saber gestionar los recursos que, con el cambio climático, están siendo amenazados.