La lucha del sudeste español contra la desertificación

La inversión en infraestructuras hidráulicas y la transición hacia un modelo agrícola más sostenible son algunas de las claves para tratar de frenar un fenómeno que amenaza la capacidad productiva del suelo de la considerada “huerta de Europa”.

La sequía, atribuida al cambio climático, es un factor importante que afecta a regiones de España y del Mediterráneo. / Foto: Getty Images
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La sequía, atribuida al cambio climático, es un factor importante que afecta a regiones de España y del Mediterráneo. / Foto: Getty Images

El desierto gana terreno, año tras año, en la Península Ibérica. La desertificación es un proceso que conlleva la degradación ecológica del suelo fértil, que pierde parcial o totalmente su capacidad de producción.

Actualmente, alrededor de un 25% del territorio de España está en riesgo “real, reconocido e identificado” de desertificación, pero en una década podría hablarse de un 75%, según explica Alberto Fernández, responsable de Agua del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) a TRT Español.

Excepto la zona del noroeste, el resto de la Península podría tener que combatir con este fenómeno en los años venideros. Algunos territorios ya lo hacen, como muestra un mapa trazado por el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITECO), en el que destacan Andalucía, Murcia, Comunidad Valenciana, Castilla-La Mancha e Islas Canarias como las regiones más afectadas.

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Mapa de riesgo de desertificación en España, de acuerdo a un informe del Programa de Acción Nacional contra la Desertificación. Imagen cortesía del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico.

Detrás de los procesos de desertificación está la mano del hombre, según los expertos. Concretamente, apuntan a la expansión insostenible del regadío.

“El principal agente de desertificación en España tiene que ver con la gestión insostenible del agua, que está sobreexplotando los acuíferos y desecando los humedales”, señala Julia Martínez, de Ecologistas en Acción, en declaraciones a TRT Español.

Por su parte, Fernández, cree que roturar continuamente el suelo favorece el fenómeno: “Al añadir fertilizantes y abonos se mantiene la productividad vegetal del suelo para el cultivo pero, si se dejase de labrar, se desertificaría por falta de materia orgánica”.

La huerta de Europa, sometida al cambio climático

España es una gran exportadora de frutas y hortalizas frescas: más de un 90% de su producción va a parar a territorio europeo, según datos recogidos por la Federación Española de Asociaciones de Productores Exportadores de Frutas y Hortalizas (FEPEX).

Por comunidades autónomas, Andalucía lidera en el ranking de exportación, con el 33% del total nacional. Le siguen la Comunidad Valenciana, con el 28,5% y la Región de Murcia, con el 19%. Más del 90% de los productos exportados van a parar a territorio europeo.

Agricultores y regantes coinciden en que el Levante español no tiene rival a la hora de producir y exportar hortalizas, como la lechuga o la alcachofa, y algunas frutas, como los cítricos. La clave es la climatología de zonas como Murcia o Almería de otoño a primavera.

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Desalinizadoras: entre la necesidad y la sostenibilidad

“Durante determinados meses, hay algunos productos hortícolas que solo se pueden proporcionar a Europa desde esta parte del mundo”, indica Lucas Jiménez, presidente del Sindicato Central de Regantes del Acueducto Tajo-Segura (SCRATS) a TRT Español.

Según FEPEX, las exportaciones de frutas y verduras frescas españolas experimentaron un ligero descenso en 2022, concretamente de un 6% con respecto al año anterior.

“Lo que estamos notando más es cómo se acentúan algunos fenómenos meteorológicos a consecuencia del cambio climático”, destaca en declaraciones a TRT Español Marcos Alarcón, vicesecretario general de la Unión de Pequeños Agricultores y Ganaderos (UPA).

Un informe de la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG) incide en que “la siniestralidad causada por los fenómenos climáticos extremos puede llegar a suponer una pérdida de al menos un 6% del valor de la producción agraria cada año” en España.

Ambos hacen referencia a las cada vez más frecuentes altas temperaturas, que afectan al normal desarrollo de los cultivos, y a las lluvias torrenciales, en ocasiones acompañadas de granizo, que dañan parte de la producción.

Sus efectos son nocivos tanto para el regadío como para el secano, destacando en este último caso los cereales, la uva, el olivar o el almendro, según Alarcón.

Al mal tiempo, buena cara: la inversión en materia de agua se dispara

Desde el Ministerio Para la Transición Ecológica (MITECO), aseguran a TRT Español que la inversión en agua ha aumentado un 70% desde el año 2018. Los planes hidrológicos aprobados a principios de 2023 prevén inversiones por un valor de 22.844 millones de euros hasta el año 2027, de los cuales 10.675 millones son de inversión estatal.

Pese a encontrarse en el tercer año de sequía consecutivo, Alarcón matiza que, con carácter general, en el sudeste se está manteniendo la producción y el empleo, gracias a la desalación y al trasvase de agua del río Tajo al río Segura, mientras que otras zonas menos preparadas tienen menos recursos alternativos.

“La escasez crónica de recursos ha hecho que el sudeste haya realizado un esfuerzo muy importante durante décadas de inversión en infraestructuras hidráulicas y en modernización de regadíos para hacer un uso eficiente del agua”, precisa.

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Cosecha de limones en la región de Huerta de Murcia, considerada una de las tierras más fértiles y prósperas de todo el país. (GETTY IMAGES)

En la misma línea, Jiménez explica que la estructura de regadío de la cuenca del Segura “permite subsistir con muy poquito, porque estamos toda la vida acostumbrados a ello”.

De esta forma, el sector se mantiene a flote, pese a la competencia de países como Marruecos, Egipto o Turquía, con menores costes de producción. Alarcón señala que otra de las claves está en la adaptación de variedades al consumidor, así como en el mantenimiento de los niveles de calidad y seguridad del producto.

El precio de corregir la desertificación

No obstante, mantener el regadío en algunas zonas donde la calidad del suelo es pobre tiene un coste. En la Región de Murcia se sitúa la mayor laguna salada de España, el Mar Menor, que desde hace años sufre episodios de contaminación provocados por un exceso de nutrientes procedentes de la agricultura intensiva vertidos a través de las cuencas vertientes del Campo de Cartagena.

Fernández explica que la salinización del suelo obliga a utilizar mucha agua para lavar las sales, que van a parar a la laguna, produciendo una degradación del ecosistema grave al provocar la proliferación de algas: “Corregir la desertificación tiene un precio, que en este caso ha sido exportar la contaminación al Mar Menor”.

Otros ecosistemas como el Parque Nacional de las Tablas de Daimiel o el Parque Nacional de Doñana también se encuentran en riesgo por la sobreexplotación de los acuíferos.

Las organizaciones ecologistas coinciden en que el cambio climático ha reducido el agua disponible y lo continuará haciendo. Al mismo tiempo, prevén un aumento de las temperaturas y de las lluvias torrenciales, que erosionan la capa productiva del suelo y eliminan la materia orgánica.

Por ello, España cuenta con una Estrategia Nacional de Lucha contra la Desertificación, aprobada en 2022, con el objetivo de coordinar actuaciones destinadas a mitigar sus efectos y restaurar las zonas dañadas.

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Un tractor levanta polvo mientras conduce por un campo sin plantar en España. Los desiertos del sur se están extendiendo y un tercio del país corre el riesgo de sufrir un proceso de desertificación. (GETTY IMAGES)

Desde Ecologistas en Acción, abogan por una “transición hídrica justa para adaptarnos al cambio climático”. “La única forma es reducir la superficie de regadío actual, teniendo en cuenta la realidad de cada territorio, con participación pública y con criterios de sostenibilidad ambiental y equidad social”, apunta Julia Martínez, experta en materia hídrica.

“Hay que reforzar el suelo a través del desarrollo de la vegetación natural. En las zonas de regadío, limitar al máximo el aporte de agua para limitar la concentración de sales y medir muy bien el abonado para evitar que el exceso vaya a parar a los acuíferos”, señala Alberto Fernández.

La agricultura sostenible, ¿una posible solución?

Marcos Alarcón coincide en que los cambios son necesarios, especialmente en lo relativo a técnicas de cultivo que permitan recuperar el suelo, y cree que una agricultura sostenible contribuye a frenar la desertificación.

Por ello, espera que la Política Agraria Común (PAC) proporcione ayudas para que el proceso de transformación sea progresivo: “No pueden implementarse cambios de un día para otro, que sean traumáticos y difíciles de asimilar por el sector”.

Para Lucas Jiménez, las cuencas vertientes más preparadas son las que sobreviven mejor. “Por primera vez se está hablando de sequía en todo el país. Yo creo que eso tiene que propiciar un debate nacional, no autonómico”, subraya.

“Estamos en un momento en el que el sector va a tener que hacer esfuerzos para adaptar las producciones al cambio climático. Va a ser necesario seguir haciendo inversiones en infraestructuras hidráulicas y en otros modos de generar agua como, por ejemplo, a través de la desalación”, opina Alarcón, que añade que se puede rebajar su coste con plantas solares fotovoltaicas, así como cultivar variedades más resistentes a la sequía y a los periodos prolongados de altas temperaturas.

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