El cambio climático modifica el modelo energético estadounidense
Los avisos de los expertos acerca de posibles nuevas temperaturas récord a lo largo de 2024, junto a las consecuencias de la contaminación ambiental, están provocando modificaciones en las fuentes de generación de energía en Estados Unidos.
El riesgo de aumento de la temperatura del planeta en 1’5 grados Celsius (línea roja marcada en la Cumbre del Clima de París, hace ocho años), durante 2024, es muy alta.
Las consecuencias de ello serían devastadoras para el planeta, según los especialistas, que alertan de que el aumento progresivo de las temperaturas es también la causa de la especial virulencia actual de fenómenos naturales como huracanes, tornados, inundaciones o incendios.
Una de las principales razones del incremento de la temperatura y de la contaminación del aire (por emisión de gases de efecto invernadero) está provocada por las centrales eléctricas alimentadas con combustibles fósiles.
La combustión de carbón es la que más emisiones de dióxido de azufre produce y la segunda más grande de óxido de nitrógeno (juntos forman partículas finas, muy nocivas para la polución ambiental y la salud humana).
Otras fuentes de energía
Todo ello ha provocado un nuevo planteamiento de la política energética en algunos países, que se están viendo obligados a reducir el uso de los combustibles fósiles.
En Estados Unidos, las perspectivas a corto plazo están dando alas a otros tipos de energías, como las renovables, que hasta hace poco ni siquiera entraban en las quinielas de las fuentes de generación de electricidad.
La energía solar, por ejemplo, será la que experimentará un mayor porcentaje de crecimiento tanto este año como en 2025, aumentando su capacidad al 6% y 7% respectivamente, según un informe de la Administración de Información Energética (EIA) de Estados Unidos.
Y la eólica no solo seguirá siendo una de las de más rápido desarrollo (22% de la nueva capacidad eléctrica instalada en 2022), solo superada por la solar, sino que tendrá un menor costo.
Se espera que la energía eólica tengo menor costo que la solar. (GETTY IMAGES)
Las previsiones señalan que el gas natural, aún hoy la mayor fuente de combustible estadounidense, bajará del 42% (2023) al 41% del total de suministro eléctrico en 2025.
El carbón pasará en estos años del 17% al 13%, las renovables aumentarán su aportación del 22% al 26% y la nuclear permanecerá estable, con un 19%, durante este tiempo, como indica el mencionado informe.
Siendo conscientes de la necesidad alcanzar cero emisiones globales netas de gases de efecto invernadero para el año 2050, y en el intento de limitar el aumento de las temperaturas, Estados Unidos se sumó además, en el mes de diciembre de 2023, a una declaración firmada por líderes y ministros de países de cuatro continentes con el fin de triplicar la capacidad de energía nuclear mundial, para el año 2050.
El objetivo es apoyar los propósitos climáticos y de seguridad energética globales que favorezcan el cumplimento internacional.
Esta declaración, firmada por países como Canadá, Bulgaria, Emiratos Árabes Unidos, Finlandia, Francia, Japón, Marruecos, Países Bajos o Suecia entre otros, alienta a los accionistas del Banco Mundial, instituciones financieras internacionales y los bancos regionales de desarrollo a incluir la energía nuclear en sus políticas de préstamos.
Soluciones y riesgos
Ricardo Goncalves de Araujo, consultor del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) en Financiación Climática, declara desde Washington a TRT Español que “el factor clave para reducir las emisiones estadounidenses, a corto plazo, reside en la conversión de las centrales térmicas de carbón a gas natural como fuente de energía, ya que en circunstancias normales, dicho gas es menos contaminante que el carbón y es más eficiente”.
Las turbinas del parque eólico Mount Storm junto a la central eléctrica Dominion Mount Storm, en West Virginia, Estados Unidos. (GETTY IMAGES)
Este experto valora positivamente que en Estados Unidos, durante los últimos 8 años, la energía solar haya aumentado su participación en la matriz eléctrica y que nuevas tecnologías, como el nitrógeno, están ganando impulso y puedan desempeñar un papel importante.
Y es que las dos principales directrices para que desde Washington se realice una lucha efectiva contra el cambio climático con pervivencia en un futuro próximo, son vigilar “las políticas climáticas y el factor económico de las fuentes de energía, especialmente los combustibles fósiles frente a las fuentes renovables”.
El mayor riesgo de que Estados Unidos no actúe como un actor decisivo en la lucha contra el cambio climático es “principalmente la señal que este país envía al resto del mundo”.
“Con su papel de liderazgo y su fuerte industria, Washington debe actuar como protagonista en esta lucha, especialmente financiando su sector tecnológico y de innovación para seguir generando nuevas soluciones que puedan aplicarse en varios otros países”, añade Goncalves de Araujo.
Sociedad civil y consumo
Numerosas asociaciones trabajan a lo largo de todo el país para luchar contra una emergencia climática “cuyos resultados, tras largos años de crasa inacción multisectorial, a nivel global, no se deshacen de la noche a la mañana. El impacto es obvio en los recursos naturales, la salud y la calidad de vida de la población”, señala a TRT Español Mynellies Negron, directora de comunicaciones de Poder Latinx, organización especializada en justicia social.
Una central eléctrica en Nitro West Virginia, en Estados Unidos. (GETTY IMAGES)
“Estamos frente a una situación urgente y las políticas públicas son necesarias pero no todo descansa en manos del Gobierno. Las personas tenemos que contribuir a la concienciación y la educación para mitigar el impacto humano en el medioambiente”, añade Negron, en cuya asociación son conscientes de que “los cambios a largo plazo y la justicia ambiental deben realizarse entre todos”.
Son notorias algunas iniciativas con alta participación de la sociedad civil, como la Coalición de Energía del Noroeste, compuesta por más de 100 organizaciones, empresas y ciudadanos de los estados de Oregon, Washington, Idaho y Montana, junto con la Columbia Británica, buscan políticas energéticas justas, basadas en la sostenibilidad, que se beneficien de un sistema sin emisiones de carbono y satisfagan equitativamente las necesidades de las personas, preservando los recursos naturales de la región.
La importancia de que Estados Unidos lidere estas iniciativas está marcada por la necesidad de un cambio de rumbo en los hábitos. En la actualidad, este país es el segundo del mundo en consumo de energía, tras China, según datos de 2023 de Enerdata, empresa especializada en análisis climáticos y energéticos.
Y es que, para su funcionamiento, el país norteamericano necesita 11.000 plantas que suministran electricidad a gran escala a la red de todo el país, a través de más de 160.000 millas de líneas de alto voltaje que hacen que funcione la luz, calefacción, refrigeración, el suministro de productos electrónicos o los electrodomésticos de los hogares.