La influencer indígena que llegó a la ONU y sueña con ayudar a su comunidad

Los videos de Solischa mostrando a su comunidad quechua se viralizaron. Pasó de sentir vergüenza por ser aborigen a encontrar una fortaleza que le cambió la vida y dar un discurso en la ONU.

Solischa se transformó en la voz de su pueblo. Una referente que, desde las redes, mostraba recetas ancestrales, conocimiento de la tierra y la cosecha, y rescataba a la lengua quechua del olvido. (Foto cortesía Soledad Secca Noa)
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Solischa se transformó en la voz de su pueblo. Una referente que, desde las redes, mostraba recetas ancestrales, conocimiento de la tierra y la cosecha, y rescataba a la lengua quechua del olvido. (Foto cortesía Soledad Secca Noa)

De padres y abuelos agricultores, Soledad Secca Noa nació 26 años atrás, en una comunidad de aborígenes quechuas, a media hora de Cusco, en Perú. Ese es su nacimiento oficial. Sin embargo, su segundo nacimiento, 22 años más tarde - en 2020, para ser exactos- fue el que la hizo conocida en toda la región.

Ese día hizo su debut triunfal en las redes, donde en poco tiempo se convertiría en una de las influencers aborígenes más reconocidas de Sudamérica. Ese día Soledad se convirtió en Solischa, y ya nada volvió a ser igual. “Quise cambiar el nombre de Soledad porque me traía mala suerte. Empecé de cero. Me puse Solischa porque me llamaban así de chica”, recuerda.

De antropóloga a youtuber

Solischa estudiaba antropología en la Universidad de Cusco. Y en verdad, saberse aborigen tiempo atrás en la escuela la hacía sentirse avergonzada. En un mundo donde la única moda la parecen imponer los medios, el cine y la televisión, Solischa vestía pantalones y remera como las otras alumnas.

Se sentía extraña, es cierto, pero cada fin de semana volvía a su comunidad en el distrito de Santiago. Allí 300 familias quechuas la esperaban con los brazos abiertos. Y entonces sí, se sentía en casa.

“En mi comunidad se dedicaban a la ganadería, pero por la falta de pasto tuvieron que volcarse a la agricultura”, explica.

“Para recaudar más ingresos, los hombres salen a buscar trabajo en la ciudad como obreros, y así pueden contribuir a la economía familiar. Porque dedicarte sólo a la cosecha es difícil. Me sentía muy cómoda allí, pero cuando iba a la escuela, todo ese contraste me daba vergüenza de mi origen”, añade.

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En 2020 empezó a usar pollera y el sombrero tradicional quechua. (Foto cortesía Soledad Secca Noa)

Una contención que hermana

Esa doble vida se terminaría pronto. En la universidad un grupo nuevo de voluntarios desarrollaba actividades donde ella encontraría contención: Hatun Ñan. Allí, otros aborígenes como ella –quechuas, aymarás y amazónicos-, también estudiantes, intercambiaban experiencias e invitaban referentes de otras ciudades.

Donde ella veía una razón para sentirse avergonzada, ellos le mostraron que había miles de razones para sentirse orgullosa de su origen y su identidad.

“Imagínate: cantábamos nuestra música, cocinábamos nuestra comidas, te sentías como en casa”, recuerda Solischa. Y añade: “Organizamos ferias culturales. Éramos como una familia y entre nosotros, fortalecíamos nuestro crecimiento académico”.

Un día llegó un quechua, como ella, que hacía un doctorado en una reconocida universidad de Estados Unidos. Y les compartió su historia de cómo había empezado de cero, como todos ellos.

Solischa se animó a acercarse y contarle un sueño que, desde que había comenzado con el grupo de voluntarios aborígenes, la tenía entusiasmada.

“Lo que yo quiero es salir en las redes hablando en quechua”, le dijo. “Pero nunca he estudiado. Sólo hablo lo que escucho de mis padres. Siento que no tengo el nivel suficiente para salir al mundo a representar nuestra voz”.

En ese entonces, Solischa admiraba a un youtuber, aborigen como ella, que vivía en Lima y contaba en las redes la realidad cotidiana de un aborigen en una gran ciudad de Latinoamérica.

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La influencer indígena que llegó a la ONU y sueña con ayudar a su comunidad. (Foto cortesía Soledad Secca Noa)

Recuperar la lengua autóctona

Aquel joven que estudiaba en el exterior, llamado Germani Ojeda le dio una gran lección: “No importa que no hables perfecto, Soledad. Lo importante es que hables. Si no es por gente con sueños como el tuyo, nuestra lengua se perderá para siempre”.

Soledad siguió su consejo: se convirtió en Solischa y comenzó a publicar fotos de la chacra de sus padres en Facebook. Luego, fotos del trabajo en comunidad. Fotos de su familia y amigos. Su verdadero mundo entre los quechuas. Y así, en poco tiempo, había llegado al límite de amistades.

“Mi padre besa a las primeras papas de la cosecha y les habla, les dice cosas bonitas así garantiza que será una buena temporada”, relata.

Creó su propia página web, su canal en Youtube y una cuenta de Instagram. Cuando quiso darse cuenta, los videos de su familia cosechando papas o de su tía preparando una sopa tradicional se habían vuelto virales.

Y así, un canal de televisión de Cusco, en Perú le hizo su primera entrevista: había nacido una estrella.

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Cada fin de semana volvía a su comunidad en el distrito de Santiago, donde 300 familias quechuas la esperaban con los brazos abiertos. (Foto cortesía Soledad Secca Noa)

La voz de los ancestros

En tiempos donde los influencers sólo se ocupan de vender productos y ya sponsorean a las grandes marcas, Solischa se transformó en la voz de su pueblo. Una referente que, desde las redes y con un estilo juvenil y didáctico, mostraba recetas ancestrales, conocimiento antiguo de la tierra y la cosecha y rescataba a la lengua quechua del olvido.

“Al principio me dio miedo. Mi quechua no era tan bueno como quería”, reconoce Solischa, por eso “en el 2019, me puse a estudiar su gramática y su escritura a nivel académico para profundizar”.

El nombre de Solischa comenzó a resonar como una bandera de las culturas aborígenes que ahora se servían de las redes para que el mundo las supiera vivas. Activas. Y con un mensaje para dar. Cosechó admiradores de España, Chile, Brasil y México. Y hasta un grupo de japonesas de visita por Perú se acercaron a visitarla.

“Pocas veces, alguien mostró en videos una comunidad quechua por dentro”, dice. “Creo que fui de las primeras en hacerlo. Yo quería influir en los demás jóvenes. Al principio, me dirigía al público de quechuas para que no sintieran –como antes me pasaba a mí– vergüenza de su identidad. Pero luego hubo una gran repercusión y empecé a subtitularlo en español”.

En 2020 empezó a usar pollera y el sombrero tradicional quechua.

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Solischa se transformó en la voz de su pueblo. (Foto cortesía Soledad Secca Noa)

El propósito de su vida: difundir la voz de su gente

En el 2021, se recibió de antropóloga. Sus padres le insistían en que buscara un trabajo estable. “Has estudiado cinco años”, le reclamaban, “no es para que te dediques sólo a hacer videos”. Pero Solischa había encontrado un canal para dirigirse al mundo. Y no pensaba abandonarlo por nada.

“Es difícil, yo hago todo, subo los videos, edito a veces dos horas para un video del que sólo quedan dos minutos”, enumera ella. “Llevo adelante cuatro redes. Es mucho trabajo, pero es mi pasión. Y no lo quiero dejar por nada del mundo”.

A fines del 2023, en el marco de las reconocidas charlas TEDx, Solischa fue invitada para dar una conferencia en la ciudad de Lima. Habló de cómo fue pasar de la vergüenza por su origen como quechua a encontrar allí precisamente el motor para mostrar al mundo quién era. Fue, para muchos, un discurso conmovedor.

En el 2024 se postuló para un encuentro mundial de pueblos originarios en las Naciones Unidas. Y fue seleccionada. Le pagaron el viaje y la estadía en Nueva York, donde dio en abril un discurso sobre el valor que tienen los alimentos y el conocimiento en su cultura. Se presentó como representante de “la tierra de las papas”. Tenía 36 años. Una voz tan joven. Con un mensaje tan antiguo y necesario.

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Solischa Pasó de sentir vergüenza por ser aborigen a encontrar una fortaleza que le cambió la vida y dar un discurso en la ONU.. (Foto cortesía Soledad Secca Noa)

Lo que viene

Después de llegar a Naciones Unidas, dar una charla motivacional en TEDx, ¿con qué sueña ahora Solischa?

“Quiero en el futuro crear un centro cultural de conservación de productos andinos donde la gente pueda conocer la agricultura de mi pueblo”, se entusiasma. “Y también quiero desarrollar un jardín botánico para que el mundo conozca la sabiduría medicina de los quechuas que tan bien puede hacer al mundo”.

Solischa también sueña con el día que pueda dirigir su comunidad. Un pueblo amenazado por la falta de insumos. Y el agua potable.

“Tengo muchas ideas para, por ejemplo, aprovechar el agua de lluvia”, dice ella. Sería, si llega a cumplirlo, la primera mujer quechua en dirigir su comunidad. Un sueño cumplido de alguien que transformó la vergüenza en fortaleza. Y eso no hay quien lo detenga.

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