Jesús, un vínculo entre el cristianismo y Palestina que muchos ignoran

En vísperas de Navidad, es importante recordar que Palestina, atravesada por un genocidio, fue cuna del cristianismo. Y Belén, la ciudad que vio nacer a Jesús, sufre hoy un atroz apartheid.

Pintura mural política y social y grafitis que ilustran a Jesucristo en la barrera israelí de Cisjordania en Belén el 10 de abril de 2014 en Palestina. Foto: Frédéric Soltan. Getty Images.
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Pintura mural política y social y grafitis que ilustran a Jesucristo en la barrera israelí de Cisjordania en Belén el 10 de abril de 2014 en Palestina. Foto: Frédéric Soltan. Getty Images.

Lejos estoy de ser la única palestina y/o árabe que es escrutada con ojos de intriga y confusión cuando hago referencia a mi fe cristiana. Especialmente en esta época del año, en la que suelo comentar algo relacionado con mis planes navideños que, por lo general, involucran armar en árbol y, en ocasiones, la posibilidad de viajar y conmemorar la Natividad de Jesús junto a mis padres.

Es precisamente allí cuando surge la seguidilla de preguntas y la intriga, que derivan en una conversación que disfruto mucho, puesto que ilustra lo desconectados que estamos de nuestra propia historia y de realidades que, aunque distantes, deberían interpelarnos tanto como seres humanos como por su vínculo con cuestiones tan íntimas como nuestra fe y los valores que, a partir de ella, profesamos.

No deja de asombrarme el tener que explicar los evidentes vínculos entre el cristianismo y Palestina. Lo cierto es que, lo que resulta evidente para uno, no lo es para los demás.

Recuerdo muy bien la primera de mis conversaciones sobre el vínculo entre la comúnmente denominada Tierra Santa, el cristianismo y mi identidad palestina. Imposible olvidar aquella ocasión en la que, tras observar que llevaba un rosario colgado, fui cuestionada de forma casi agresiva por quien se identificó como un “militante de la causa palestina” y quien anunció, eufóricamente, que todos los y las palestinos debíamos ser de fe musulmana. En su cabeza no cabía la idea de una palestina católica.

Luego hay diálogos amigables que vienen de un auténtico interés y no del reproche. Recuerdo la sorpresa que se llevó un amigo del gimnasio a quien le adelantaba mis deseos de unas felices fiestas, ya que “viajaba fuera del país para celebrar la Navidad junto a mis padres”. Bastante confundido me preguntó: “¿Pero tú no eres palestina?” En automático, sonriendo, le respondí con otra pregunta: “¿Recuerdas dónde nació Jesús?”. “¡Belén!”, exclamó él. “¿Y dónde está Belén?”, repliqué. “En Palestina”, respondió. “¡BINGO!”, proferí y reímos ante un breve intercambio de datos que revelaron algo que siempre estuvo ahí. Jesús nació en Belén, Palestina. Somos, pues, cuna del cristianismo y tal vez su comunidad más antigua.

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Los cristianos ortodoxos se reúnen en la Iglesia de San Porfirio para celebrar la Pascua en la Ciudad de Gaza, Gaza, el 05 de mayo de 2024. Foto: AA.

Palestina: nuestra antigua Canaán fue la misma que la de Jesús

Belén no es el único vínculo con el cristianismo. No en vano, Palestina forma parte de la denominada “Tierra Santa”, muy a pesar de las décadas de derramamiento de sangre que han teñido sus calles. Me atrevería a decir que cada pedazo de Palestina tuvo su lugar en la historia de Jesús y la Sagrada Familia, pero hay ciudades que destacan como Jericó, Hebrón, Yenín, Nablus, Jerusalén y, por supuesto, Gaza. Sí, Gaza.

Si bien para la gran mayoría Belén y Jerusalén guardan especial importancia –y con justa razón por ser los sitios, según nuestro credo, de nacimiento, crucifixión y posterior resurrección de Jesucristo–, en lo personal me gusta destacar la relevancia de Jericó, Nablus y Gaza.

Jericó es famosa por ser la ciudad habitada ininterrumpidamente más antigua del mundo. Pero fue ahí, en el Monte de la Tentación, donde según las Sagradas Escrituras (Mateo 4:1-11) Jesús ayunó por 40 días. Además, a pesar de que mi familia es originaria de la gobernación de Belén, mi padre nació en Jericó. Por eso, esta ciudad guarda un lugar especial en mi vida.

Nablus es uno de los principales escenarios de redadas, ataques y el asesinato a diestra y siniestra de palestinos a manos del ejército de ocupación Israelí, y también donde Jesús se encontró con la mujer samaritana en el Pozo de Jacob (Juan 4:5-42). No es coincidencia entonces que, al día de hoy, precisamente en el Monte Guerizín, uno de los puntos más altos de toda Cisjordania, se encuentre nuestra comunidad samaritana. Sí, aún existen y son una absoluta minoría. Se calcula que en el mundo existen alrededor de 1.200 samaritanos, de ellos al menos la mitad son palestinos y viven en Nablus.

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Fieles en la Iglesia del Santo Sepulcro, Jerusalén, 15 de diciembre de 2024. / Foto: Dareen Ghazawi

¿Fue Gaza parte de la ruta de la Sagrada Familia hacia Egipto?

Luego está Gaza. A pesar de que para la gran parte del mundo este pequeño pedazo de territorio palestino se traduce en destrucción, sufrimiento, el uso del hambre como arma de guerra y, por supuesto, la pretensión israelí de eliminar todo vestigio palestino del área, incluida su población, Gaza es mucho más que eso. En el contexto bíblico, se presume que fue parte de la ruta de la huida de la Sagrada Familia desde Belén hacia Egipto mientras José y la Virgen María protegían a Jesús de las manos asesinas de Herodes (Mateo 2:13-15). Gaza fue, entonces, fundamental para la supervivencia de Jesús.

Y, ¿qué decir de Palestina histórica? La partición de Palestina histórica y la posterior ocupación y colonización del territorio palestino tras la creación del estado de Israel trajo consigo la apropiación de parte de nuestra historia como pueblo descendiente de los primeros habitantes de Palestina, los cananeos. Ello gracias a un proceso de limpieza étnica en la que los “nuevos habitantes” llegaron para reemplazar a la población autóctona.

Palestina, Jesús y el cristianismo: un vínculo histórico, ignorado por muchos

Volvamos a la historia contemporánea y al vínculo inquebrantable entre Jesús, el cristianismo, Palestina y su pueblo. Todo parecería indicar que dicho lazo se podría explicar casi instintivamente. O, mejor dicho, no tendría porqué existir una aclaración. Y eso no deja de sorprenderme.

La inquietud surge, de una forma u otra, por la confusión entre mi nacionalidad palestina, mi etnia árabe y mi fe cristiana. Evidentemente existe un error en la noción de los conceptos, ya que en una misma persona habitan todos esos “elementos”, y más. Sin embargo, casi en automático, para muchas personas el ser árabe o pertenecer a alguna nación del mundo árabe es equivalente a ser musulmán, anulando por completo el crisol de etnias y credos que conviven y que han conformado, por milenios, aquella riquísima parte del mundo, a menudo descrita como “cuna de civilizaciones”.

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En Belén, el pesebre muestra al Niño Jesús envuelto en un keffiyeh y colocado entre escombros para solidarizarse con Gaza, mientras los líderes cristianos palestinos cancelan las celebraciones de Navidad debido a los efectos de la ofesiva curso. Foto: Getty Images..

Navidad 2024: un llamado urgente a recordar y rezar por Palestina, cuna de Jesús

Estamos a las puertas de una nueva celebración de la Natividad de Jesús, y es tan justo como necesario traer a colación el vínculo de esta época con Palestina. Que la ciudad de Belén a la que hacemos referencia en nuestros villancicos o la que buscamos replicar junto al árbol, se convierta en mucho más que un símbolo bíblico. Que sea memoria y reconocimiento del actual genocidio contra la población palestina en Gaza. Que sea también un recordatorio de que, mientras tenemos la fortuna de celebrar Navidad en seguridad, paz y amor, en la Belén que vio nacer a Jesús reina, al día de hoy, un sistema de apartheid, y que su pueblo es víctima de crímenes diarios de guerra y lesa humanidad.

Junto a estas palabras, les extiendo mis deseos de una Navidad llena de salud, esperanza, bendiciones y empatía. Y reitero mis deseos de que pronto –y estoy segura de que así será–, llegue finalmente la libertad, justicia y la paz a mi Palestina querida, un lugar tan ávido de amor y humanidad.

Que en esta Navidad (y en ningún día del año) no nos olvidemos de Palestina.

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