¿Qué pasará con Oriente Medio si Kamala Harris llega a la Casa Blanca?

La vicepresidenta apoya una solución de “dos Estados” e insiste en lograr un alto el fuego. Sin embargo nunca ha retirado su apoyo a Israel. El legado de Joe Biden no la favorece.

La vicepresidenta de Estados Unidos, Kamala Harris, asiste a un evento de campaña en West Allis Central High School en Wisconsin, el 23 de julio de 2024. / Foto: Reuters
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La vicepresidenta de Estados Unidos, Kamala Harris, asiste a un evento de campaña en West Allis Central High School en Wisconsin, el 23 de julio de 2024. / Foto: Reuters

Kamala Harris podría convertirse en la primera mujer presidenta de Estados Unidos en un momento de enorme tensión internacional. Mientras Israel extiende sus bombardeos por Oriente Medio y la estabilidad en la región pende de un hilo, el primer desafío que enfrentaría Harris sería promover una desescalada, imponiendo a Israel las líneas rojas que el hoy presidente Joe Biden ha sido incapaz de poner en práctica.

Los demócratas en Oriente Medio

A pesar de que los demócratas defienden los derechos civiles en sus políticas nacionales, su historial en Oriente Medio ha sido marcadamente intervencionista, especialmente en apoyo a Israel. Durante la Guerra de los Seis Días en 1967, Lyndon B. Johnson le brindó apoyo clave con armamento y asistencia militar. En el contexto de la Guerra Fría, Jimmy Carter, bajo la doctrina de "proteger" el Golfo Pérsico (y su petróleo) de influencias extranjeras, financió a los muyahidines afganos contra la URSS, lo que eventualmente llevó al surgimiento del movimiento talibán. Tras la Guerra Fría, Bill Clinton ejecutó múltiples bombardeos en Iraq, Kenia, Tanzania, Afganistán y Sudán.

A pesar de recibir el Premio Nobel de la Paz, Barack Obama continuó una política intervencionista en la región. Si bien retiró tropas de Iraq y negoció el acuerdo nuclear con Irán, aumentó la presencia militar en Afganistán, donde el conflicto se intensificó. Durante su gobierno, los bombardeos estadounidenses causaron al año un promedio de 582 muertes civiles. Obama también participó en la intervención de Libia en 2011 contra Muammar Gadafi, llevando al país con el Índice de Desarrollo Humano más alto de África a la debacle y la crisis. Por si fuera poco, dio apoyo logístico y de inteligencia a Arabia Saudita en Yemen, cuyos bombardeos, junto con el hambre y las enfermedades causados por la destrucción saudí, causaron más de 350.000 muertes. El legado de Obama también se ve en el uso militar de los drones, cuyos ataques en la región provocaron alrededor de 3.700 muertes civiles.

La administración de Biden, menos implicada en la región que sus predecesores, pareció abrir una ventana diplomática para Yemen, retomó tras el gobierno de Trump el acuerdo nuclear con Irán, y redujo la presencia militar en la región con la retirada de las tropas de Afganistán. Sin embargo, desde octubre de 2023, Biden apoyó sin reservas los bombardeos indiscriminados de Israel contra Gaza, nunca condenó la violencia en Cisjordania ocupada ni la invasión israelí en Líbano, a pesar de haber respaldado públicamente la solución de dos Estados.

Kamala Harris se enfrenta a un desafío en varios frentes. Por un lado, mantener a Israel como aliado, apoyando su “derecho a defenderse” pese a las más de 42.000 víctimas civiles en Gaza. Por otro, muchos votantes esperan que promueva, al fin, un alto el fuego y la desescalada de violencia en la región, algo que, a pocas semanas de las elecciones, parece difícil de lograr.

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El plan de Harris y los demócratas para Palestina y Oriente Medio

Desde octubre de 2023, el enfoque de Biden, por contradictorio que parezca, fue apostar por la diplomacia y la desescalada del conflicto, mientras apoyaba las acciones de Israel. De ese modo, Israel continuó sus bombardeos masivos abriendo nuevos frentes, como en el caso de Líbano. El silencio de Biden tras los bombardeos indiscriminados en Líbano y Gaza evidencia el fracaso de su gobierno para poner fin a la ocupación.

Y todo parece indicar que Harris, su vicepresidenta y ahora candidata a la Casa Blanca, seguirá la misma línea. Aunque no lo muestre abiertamente en campaña, ha sido siempre una firme aliada de Israel. Desde 2017 ha rechazado, al menos en cuatro ocasiones, firmar peticiones de senadores estadounidenses para que el Gobierno de Netanyahu respete los derechos de los palestinos. Además, su relación cercana con AIPAC, el principal lobby pro-israelí en EE.UU., es significativa. En 2017, sin ir más lejos, fue oradora principal en una conferencia del lobby y ha colaborado con ellos en diversas ocasiones. En una de estas conferencias se escuchó a la candidata diciendo que cuando era niña no vendía galletas para las Girl Scouts, sino que recaudaba donaciones para el Fondo Nacional Judío (FNJ), una organización sionista dedicada al desalojo y expulsión de palestinos de sus tierras.

Es probable que Harris continúe apoyando en sus discursos una desescalada bélica en Oriente Medio, donde defenderá su postura hacia el proceso de paz incluida la solución de dos Estados y la ayuda humanitaria en Gaza y Líbano. Por otro, su cercanía hacia los lobbies pro-israelíes, pone en duda que realmente sea capaz de poner verdadero límite a los bombardeos israelíes.

El camino a la Casa Blanca pasa por Oriente Medio

Netanyahu ha ignorado las advertencias de EE.UU. pues sabe que, en el fondo, cuenta con su apoyo incondicional. Harris ha reiterado su respaldo al "derecho a defenderse" de Israel, a pesar de que este “derecho” no existe en la legislación internacional, y los ataques indiscriminados contra civiles y personal médico constituyen innegables crímenes de guerra.

El doble discurso de Biden y Harris aleja a votantes críticos con la gestión del conflicto, lo que representa una amenaza para la permanencia de los demócratas en el poder. En estados clave como Michigan, con numerosa población musulmana, Harris no deja de caer en los sondeos, debido a su incapacidad para condenar los ataques de Israel y reconocer el sufrimiento palestino.

Además, figuras prominentes del partido como Alexandria Ocasio-Cortez e Ilhan Omar, quienes han sido más críticas de los crímenes de Israel, incrementan la presión sobre Harris. Esto la ha llevado a un difícil equilibrio: apoyar a Israel reconociendo la necesidad de un alto el fuego y la solución de dos estados.

Reuters

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La campaña del equilibrio imposible

Aunque los cambios en las políticas de los partidos no suelen ser drásticos, a veces son sustanciales. Harris apoya la solución de dos Estados, mientras que Donald Trump ha mostrado desinterés en un estado palestino. El electorado árabe y musulmán se siente decepcionado con Harris por su postura ambigua, al tiempo que teme la llegada de un Trump xenófobo que podría revivir políticas como la infame "Muslim Ban".

A pesar de las tensiones, una desescalada militar podría revitalizar el acuerdo nuclear con Irán que ha actuado con moderación frente a las provocaciones de Israel, como el asesinato de Ismail Haniyeh en territorio iraní o los ataques a Hezbollah, su aliado más poderoso en la región.

El creciente desinterés por el intervencionismo, especialmente en Oriente Medio, es una tendencia de ambos lados del espectro político. Tanto Harris como Trump han expresado su falta de interés en enviar tropas a la región. Sin embargo, el fracaso del Gobierno de Biden para poner una línea roja a Netanyahu, deja a Harris, si llega a la Casa Blanca, con el reto de lograr un verdadero cese de la violencia en Oriente Medio. Eso, claro está, si cumple con sus promesas electorales.

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