¿Qué podría implicar el segundo mandato de Trump para Oriente Medio?

Trump prometió impulsar la paz en Oriente Medio. Sin embargo, en su gabinete incluyó referentes de movimientos pro-israelíes. ¿Qué hizo por esta región en su primer mandato y qué proyecta a futuro?

Trump desafió las predicciones de las encuestas y de los medios de comunicación sobre una contienda reñida ante su rival demócrata, la vicepresidenta Kamala Harris. Foto: Archivo AP / Photo: AP Archive
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Trump desafió las predicciones de las encuestas y de los medios de comunicación sobre una contienda reñida ante su rival demócrata, la vicepresidenta Kamala Harris. Foto: Archivo AP / Photo: AP Archive

En enero de 2025, Donald Trump regresará a la Casa Blanca. Tras cuatro años de la administración de Joe Biden, el aparentemente impredecible presidente electo se dispone a “hacer América grande” una vez más.

Sin embargo, la situación que hereda es diferente a la de 2017. Con un Israel que bombardea diariamente Gaza y con las tensiones con Irán a flor de piel, la región está lejos de pacificarse.

Trump ha afirmado en múltiples ocasiones su interés en llevar paz a Oriente Medio. Pero su apoyo incondicional a Israel, su retórica agresiva contra Irán, y su enfrentamiento con la Corte Penal Internacional (CPI) por la orden de arresto que emitió por crímenes de guerra contra el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, sugieren que la paz, si llega, no será justa.

Pero, ¿qué es lo que ha hecho Trump respecto a Oriente Medio durante su primer mandato? Y, más importante aún, ¿qué es lo que puede llegar a hacer de ahora en más?

¿El principio del fin del derecho internacional?

El apoyo de Estados Unidos a Israel bajo la administración previa de Trump, entre 2017 y 2021, fue inquebrantable, evidenciando un cambio radical en la política estadounidense hacia el conflicto palestino-israelí y una clara indiferencia hacia el derecho internacional.

En su primer año de gobierno, Trump reconoció a Jerusalén como la capital de Israel y trasladó allí la embajada estadounidense, desatando condenas a nivel mundial.

En 2019, reconoció la soberanía israelí sobre los Altos del Golán, territorio sirio ocupado por Israel desde 1967, a pesar de que la ONU considera esta medida ilegal. Además, su administración respaldó la expansión de los asentamientos israelíes en Cisjordania ocupada, considerados ilegales por el derecho internacional.

Además, en 2020, Trump impulsó los Acuerdos de Abraham, presentados como un logro de paz. Estos acuerdos normalizaron las relaciones entre Israel y varios países árabes (Emiratos Árabes Unidos, Bahréin, Sudán y Marruecos), pero marginaron aún más a los palestinos, que veían su territorio mermado, sus derechos violados y a sus aliados abandonando su causa.

Los palestinos fueron los principales perjudicados de estas políticas. Trump cerró la oficina de la Organización para la Liberación de Palestina en Washington, recortó fondos destinados a la Autoridad Palestina y suspendió la financiación a la Agencia de la ONU para los Refugiados Palestinos, UNRWA, debilitando los recursos de los desplazados en estos territorios.

Irán, por su parte, vio desaparecer el principio de una época de apertura: Trump puso fin al acuerdo nuclear con Teherán e impuso nuevas sanciones económicas, profundizando su aislamiento. Declaró a la Guardia Revolucionaria Islámica como organización terrorista y autorizó el asesinato del general Qassem Soleimani, lo que elevó las tensiones a niveles críticos.

Junto a Israel, también Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos se beneficiaron del gobierno de Trump, y es altamente probable que esperen de brazos abiertos su regreso.

En 2017, EE.UU. firmó un acuerdo de armas con Arabia Saudí por 110.000 millones de dólares, consolidando así su apoyo a la intervención de Riad en Yemen, pese a las denuncias de violaciones de derechos humanos.

Ahora, de cara a un segundo mandato, un nuevo gobierno de Trump plantea tendencias mucho más duras: esta vez es mucho más poderoso y se ha rodeado de un equipo incluso más intransigente.

Un gabinete belicista, pro-israelí y anti-iraní

La tendencia pro-israelí y anti-iraní marcada por Trump en su primer gobierno continuará en su segundo mandato. El republicano mantendrá su apoyo incondicional a Israel, incluso si esto implica respaldar acciones que violan el derecho internacional.

Por otro lado, el nuevo gabinete de Trump se caracteriza por ser, además de conservador, profundamente belicista y agresivo. Mike Huckabee, el nuevo embajador estadounidense en Jerusalén, es un cristiano evangélico que niega la existencia de Cisjordania ocupada, a la que se refiere como Judea y Samaria.

Marco Rubio, flamante secretario de Estado, ya ha cargado contra la CPI por la orden de arresto de Netanyahu, lo que vaticina la política que seguirá en los próximos cuatro años.

Mike Waltz, futuro asesor de seguridad nacional, también tiene una postura pro-israelí. Incluso llegó a acusar a la CPI de mentir sobre Netanyahu y calificar su accionar como antisemitismo.

También estará Vivek Ramaswami, quien dirigirá junto a Elon Musk el recientemente creado Departamento de Eficiencia Gubernamental. Vivek ha defendido un apoyo a “Israel sin restricciones” para “traer la paz a la región”. “Una nación divina, un propósito divino”, llegó a afirmar.

Los enemigos de Irán se han hecho también fuertes en el nuevo gabinete, llegando incluso a defender ataques directos (de Israel) contra las instalaciones del país, como hizo el propio Trump. Tal es el caso de Steve Witkoff, enviado especial a Oriente Medio, y Brian Hook, enviado especial para Irán: ambos respaldan la imposición de nuevas sanciones contra Teherán y su aislamiento diplomático.

Pete Hegseth, cristiano evangélico, exmilitar y famoso presentador de televisión, será el nuevo secretario de Defensa. Su carácter ultraconservador le hace ver la política internacional desde una perspectiva bíblica: "Esta no es una tierra mística que se pueda descartar. Es la historia del pueblo elegido por Dios”, llegó a decir en una entrevista, refiriéndose a Israel y al pueblo judío. Por si fuera poco, Hegseth ve a Irán como una entidad “diabólica”, de ahí su postura beligerante hacia este país.

Netanyahu, impaciente de la llegada de Trump a la Casa Blanca

No hay que dejarse engañar por quienes afirman que la política de Trump sería igual a la de Biden o que, si Harris hubiera ganado, todo seguiría igual.

Lo cierto es que el personalismo de Trump va a marcar cuatro años de política transaccionalista, es decir, de entender la política internacional como un sistema de intercambios y presiones, y no como un sistema en el que el derecho y las instituciones prevalecen. Y esto se traducirá en más políticas unilaterales que ignoren, critiquen o directamente ataquen el derecho internacional cuando esto le convenga al nuevo presidente.

Además, todo apunta a que incluso el segundo mandato de Trump diferirá del primero. Por un lado, el presidente electo llega ahora con mucha más capacidad de acción: con un control férreo del Partido Republicano, con un Congreso y Senado más alineado con sus ideas y con el apoyo del movimiento MAGA, nacido como acrónimo de Make America Great Again. Por otro, veremos a un Trump más pragmático y, al mismo tiempo, más experimentado, lo que puede reducir su comportamiento ‘errático’ y posibilitar plantearse objetivos a corto, medio y largo plazo.

Y todo esto hace que el Gobierno de Israel, cuya “seguridad” es una prioridad para todos los gobiernos estadounidenses en general y para Trump en particular, anhele la llegada del republicano a la Casa Blanca.

A pesar de que Trump se presenta como pacificador, la escalada regional es inminente. Una anexión total de Gaza parece poco probable, sin embargo, la presencia militar israelí a largo plazo parece evidente, y la ocupación de colonos israelíes y el desplazamiento forzado de palestinos son una realidad.

La anexión de Cisjordania ocupada por parte de Israel también es una posibilidad muy real para los próximos años. Este siempre ha sido el sueño de la ultraderecha israelí, y ahora, con el amparo de Trump, podría hacerse posible.

La llegada de personalidades como Huckabee, quien ha apoyado la expansión de los asentamientos israelíes en Cisjordania ocupada y el traslado de la embajada estadounidense en Jerusalén, ha sido recibida con entusiasmo por las figuras más radicales del Gobierno de Netanyahu, como el ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich, o el ministro de Seguridad Nacional, Itamar Ben-Gvir. Una suerte parecida puede correr el sur de Líbano, en el cual los colonos israelíes ya tienen los ojos puestos.

Una cosa es segura: si la comunidad internacional no pone líneas rojas, la expansión israelí no tendrá límites. Y el nuevo gabinete de Trump no parece tener interés en ponérselas.

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