Siria: La burocracia europea cede ante la agilidad de Moscú

Mientras la Unión Europea debate las condiciones para aliviar las sanciones, Rusia ya prepara un acuerdo para una base militar con las nuevas autoridades en Damasco.

"Sin desarrollo económico, regresaremos a un estado de caos": Ahmed Al-Sharaa
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"Sin desarrollo económico, regresaremos a un estado de caos": Ahmed Al-Sharaa

En las salas de conferencia de Bruselas, las discusiones sobre el futuro de las sanciones a Siria avanzan sin prisa. La maquinaria burocrática europea, que suele llevar un ritmo medido y analiza cuidadosamente cada decisión, no se apresura a realizar cambios radicales. Pero el cambio está en marcha: tras la inesperada caída del régimen de Bashar Al-Assad en diciembre de 2024, la Unión Europea (UE) se prepara para una decisión histórica: suspender parcialmente su régimen de sanciones.

Las sanciones contra Siria iniciaron en 2011, cuando la UE, impactada por la represión violenta de las protestas pacíficas por parte del régimen de Assad, suspendió toda cooperación bilateral con el gobierno sirio. Con el tiempo, estas sanciones se convirtieron en un complejo sistema de restricciones: congelación de activos del Banco Central sirio, prohibición de importaciones de petróleo y limitaciones al sector energético. Además, afectaron el comercio de bienes culturales, metales preciosos y diamantes. También se prohibió que las instituciones financieras sirias establecieran sucursales en la UE.

La última extensión de las sanciones fue el 28 de mayo, con vigencia hasta el 1 de junio de 2025. Sin embargo, tras la caída de Assad en diciembre de 2024, la situación cambió por completo. Ahora, la UE evalúa una revisión de su política de sanciones.

"Decidiremos... suspender ciertas sanciones en los sectores de energía y transporte, así como en las instituciones financieras", declaró el ministro de Relaciones Exteriores de Francia, Jean-Noël Barrault, antes de la reunión del Consejo de Asuntos Exteriores de la UE en Bruselas. La jefa de la diplomacia europea, Kaja Kallas, confirmó que se espera pronto una decisión sobre la "reducción de sanciones".

Sin embargo, la UE impone condiciones complejas. Las autoridades sirias deben iniciar una "transición política que incluya a todos los sirios", asegurar una lucha contra "cualquier resurgimiento de Daesh", también conocido como ISIS, y garantizar el "control y destrucción de todo el arsenal de armas químicas de la administración de Assad". Los líderes europeos insisten en un avance gradual, sin darse cuenta de que las duras sanciones dificultan que las reformas profundas se puedan llevar a cabo.

Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, advirtió en diciembre que la caída del régimen en Siria "ofrece oportunidades, pero no está exenta de riesgos". Esto refleja el enfoque incierto y cauteloso de la UE, que prefiere evitar apuestas arriesgadas. Poco ha cambiado desde entonces, y la UE sigue equilibrando el apoyo a la reconstrucción siria con la garantía de que los cambios que desea sean definitivos.

Asimismo, el estatus de la nueva administración siria añade una complejidad particular. El grupo Hayat Tahrir al-Sham (HTS), liderado por Ahmed Al-Sharaa, sigue figurando en la lista europea de organizaciones terroristas. Esto crea obstáculos legales para la interacción directa, lo que exige procedimientos burocráticos complejos para superarlos.

Vale la pena hacer una digresión lírica: la UE sigue siendo el mayor donante de ayuda humanitaria a Siria. Desde 2011, junto a sus Estados miembros, ha movilizado más de 35.000 millones de euros para ayuda humanitaria, apoyo a la estabilización y resiliencia tanto dentro de Siria como en los países vecinos. También es importante señalar que, incluso en el pico de presión por las sanciones, la UE permitió excepciones con la ayuda humanitaria. Las sanciones nunca prohibieron la exportación de alimentos, medicinas o equipos médicos. Tras el trágico terremoto del 6 de febrero de 2023, las exenciones humanitarias existentes se ampliaron aún más para facilitar la entrega rápida de ayuda a la población siria.

Ahora, mientras el levantamiento de las sanciones está en consideración, los funcionarios europeos examinan meticulosamente cada uno de los próximos pasos. Este enfoque cuidadoso y metódico ha resultado ser excesivamente lento para un país devastado por la guerra, pero son este tipo de acciones las que los líderes europeos creen que pueden asegurar la paz y estabilidad duraderas a largo plazo. Sin embargo, los sirios no pueden esperar...

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Economía en ruinas

"Sin desarrollo económico, regresaremos a un estado de caos": estas palabras de Ahmed Al-Sharaa resuenan como si fueran una sentencia. El nuevo líder de Siria no está exagerando: la economía del país está en una situación catastrófica. La electricidad solo está disponible una hora al día. La reconstrucción que se necesita es de una magnitud difícil de calcular. El país está atravesando una grave crisis de liquidez, tan seria que incluso pagar salarios bajos se ha convertido en una tarea imposible.

Años de guerra civil, violencia contra civiles y sanciones internacionales han convertido en ruinas a una economía antes autosuficiente. A pesar de las excepciones para alimentos, medicinas y ayuda humanitaria, el acceso a los bienes básicos sigue siendo extremadamente limitado. Siria enfrenta una inflación en aumento, el colapso de su moneda nacional y un desempleo alarmante.

En estas circunstancias, los nuevos líderes de Siria han comenzado a evaluar las cartas que tienen a su alcance. Tienen al menos dos opciones. La primera es la europea, que implica negociaciones prolongadas y cumplir múltiples condiciones: desde formar un gobierno inclusivo hasta combatir lo que queda de Daesh, y desde controlar armas químicas hasta garantizar los derechos de las minorías. Es un camino complejo y enredado que podría conducir a más demandas de burócratas europeos.

El segundo camino es el ruso, con su enfoque pragmático y requisitos simples y claros. Moscú no ha presentado una larga lista de condiciones políticas. Su interés se centra en mantener bases militares en Tartus y Jmeimim, instalaciones estratégicas que aseguran la presencia en el Mediterráneo. A cambio, Rusia está dispuesta a ayudar en la recuperación económica.

La nueva administración siria, que heredó del régimen de Assad una deuda de 8.000 millones de dólares con Rusia, está tratando de aprovechar esta situación para obtener el máximo beneficio. "En política, no hay enemigos permanentes", afirmó el ministro de Defensa sirio, Murhaf Abu Qasra, comentando la posibilidad de mantener las bases rusas. "Si Siria se beneficia de esto, sí", señaló. Este enfoque pragmático crea una presión adicional sobre los negociadores europeos, que temen que los retrasos en el levantamiento de las sanciones puedan llevar a un aumento de la influencia rusa en la región.

Y el liderazgo sirio utiliza hábilmente esta competencia entre ellos. Según Al-Sharaa, las sanciones occidentales representan "el mayor riesgo" para los planes de reconstrucción. Esta declaración puede verse como una señal para Europa: el retraso en el levantamiento de las sanciones podría empujar a Damasco hacia una cooperación más estrecha con Moscú.

Mientras tanto, la situación económica sigue empeorando. La falta de apoyo externo tras la victoria de los grupos opositores al régimen de Assad dos meses atrás agrava la crisis. Las sanciones internacionales al sector financiero de Siria siguen vigentes, paralizando la recuperación económica. Bajo estas condiciones, cualquier retraso en levantarlas juega a favor de las fuerzas que ofrezcan soluciones más rápidas, incluso antes sean menos integrales.

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Bruselas establece condiciones, mientras Moscú ofrece un "trato"

Mientras los funcionarios europeos deliberan meticulosamente en cada punto de un posible acuerdo con la nueva administración siria, la diplomacia rusa ha dado un giro de 180 grados. Sin dejarse disuadir por el hecho de haber apoyado a Assad durante una década de guerra civil, Moscú comenzó rápidamente a establecer relaciones con las fuerzas que derrocaron al dictador sirio. En enero de 2025, justo un mes después de la caída de Assad, una delegación interdepartamental rusa liderada por el Representante Especial del Presidente, Mikhail Bogdanov, llegó a Damasco para negociaciones directas.

Luego de esto, el 12 de febrero, Vladimir Putin y Ahmad al-Sharaa conversaron por teléfono por primera vez. Simbólicamente, este contacto ocurrió antes de que muchos líderes europeos definieran su posición respecto al nuevo liderazgo sirio.

"Está claro que una de sus principales preocupaciones ahora es evitar que se repita el escenario de Libia, donde la agresión de la OTAN resultó en la pérdida de unidad del país, convirtiéndolo en un estado fracturado e incapaz de reunificarse", señaló el ministro de Relaciones Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, al comentar sobre los resultados de la visita de enero. Según él, el nuevo liderazgo de Damasco reafirma la importancia de mantener las relaciones estratégicas históricas entre ambos países.

La principal cuestión en las relaciones entre Rusia y Siria es clara: el destino de las bases militares en Tartus y Jmeimim. Para Rusia, esto es una cuestión de presencia estratégica en la región. Tartus es el único punto de apoyo material y técnico de la Armada rusa en el mar Mediterráneo, lo que permite reparaciones de barcos y reabastecimiento sin necesidad de regresar a los puertos del Mar Negro. Jmeimim, a su vez, funciona como base aérea clave, asegurando la presencia militar rusa no solo en Siria, sino en un contexto regional más amplio.

Según fuentes del medio de noticias Bloomberg, familiarizadas con las negociaciones, Rusia está cerca de llegar a un acuerdo con el nuevo gobierno sirio para mantener parte de su presencia militar en el país. Esto implicaría un contingente reducido, pero significativo. Para Moscú, esto representaría una victoria diplomática importante y le permitiría guardar las apariencias, especialmente considerando que muchos observadores inicialmente predecían una retirada total de las fuerzas rusas tras la caída de Assad.

La parte siria muestra un enfoque pragmático y parece dispuesta a alcanzar un "trato". Sí, "siempre que cualquier acuerdo con el Kremlin sirva a los intereses del país": esa fue la sencilla fórmula que utilizó el ministro de Defensa Murhaf Abu Kasra para definir la posición de Damasco respecto a las bases rusas. Este pragmatismo y apertura contrastan fuertemente con el complejo entramado de condiciones y requisitos planteados por los burócratas europeos.

Rusia también está dispuesta a discutir la ayuda económica y la participación en la reconstrucción del país. Moscú ha expresado su disposición para ayudar a Siria a reconstruir su economía, y las nuevas autoridades de Damasco comenzaron de inmediato a calcular los beneficios de mantener los lazos con Moscú, incluidos los suministros militares.

La Unión Europea, por su parte, está tratando de contrarrestar la influencia rusa. "Desde esa base también realizan actividades hacia África y los vecinos del sur. Por lo tanto, esto es definitivamente una preocupación para la seguridad europea", declaró la jefa de la diplomacia de la UE, Kaja Kallas, antes de Año Nuevo. El ministro de Relaciones Exteriores de los Países Bajos, Caspar Veldkamp, fue aún más categórico: "En cuanto a las bases militares rusas en Siria, queremos que los rusos se vayan".

Sin embargo, mientras los diplomáticos europeos expresan su preocupación y formulan demandas, Rusia avanza metódicamente y de manera pragmática hacia su objetivo, siguiendo los principios de la “realpolitik”. En esta competencia de velocidad y eficiencia, la cautela burocrática de la UE cede ante el pragmatismo ruso no solo en dirección hacia Ucrania, sino también hacia Siria. El nuevo liderazgo sirio maneja hábilmente la situación, haciendo un equilibrio entre los diversos centros de poder y obteniendo el máximo beneficio de todos los participantes.

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