La vida en Siria tras la tortura: el reto de sanar el trauma de la guerra

En Siria, donde la mitad de los hospitales no funcionan y más de la mitad de los médicos huyó por la guerra, sanar los traumas de quienes sobrevivieron al régimen plantea un desafío alarmante.

Los sirios que aún buscan a sus seres queridos detenidos en la prisión de Sednaya experimentan el trauma de la incertidumbre. / Photo: Reuters
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Los sirios que aún buscan a sus seres queridos detenidos en la prisión de Sednaya experimentan el trauma de la incertidumbre. / Photo: Reuters

Cuando Shoaib*, de apenas ocho años, fue liberado de la prisión de Sednaya en Damasco, Siria, el mundo fuera de las rejas era irreconocible para él. No sabía qué era un pájaro y ni siquiera reconocía el sol. Fue encarcelado junto a su madre, cuando solo tenía tres meses de edad.

“Mi hijo no sabe qué son las galletas, ni el jugo, ni los pájaros, ni siquiera un juguete”, compartió la madre de Shoaib con TRT World. “No sabe leer ni escribir. No conoce a su familia ni a su padre. Y me ha visto sufrir abusos físicos y sexuales”.

La historia de Shoaib es una entre miles. Según un informe publicado el mes pasado por el Centro Sirio de Derechos Humanos (SCHR, por sus siglas en inglés), 5.298 niños fueron detenidos o desaparecidos forzosamente desde 2011, y 30.293 niños murieron.

Shoaib fue recluido en prisión junto a su madre, acusada de hablar en contra del régimen. Aunque ella no participó directamente en las protestas, su detención estuvo motivada por el hecho de que otros miembros de la familia asistieron a las manifestaciones.

Violaciones y torturas diarias

Nour al Hussein*, de 31 años, también padeció horrores similares cuando estuvo encarcelada en la prisión de Sednaya. Hace cinco años la detuvieron por participar en manifestaciones que pedían libertad y la caída del régimen de Bashar al-Assad.

“Unos hombres armados me llevaron a la prisión de Sednaya con los ojos vendados, donde, junto a otros detenidos, fuimos sometidos a acoso, violación y tortura diaria sin piedad”, relató Nour a TRT World. “También nos obligaron a presenciar ejecuciones masivas en la plaza principal de la prisión, para sembrar el terror en nuestras almas y en las del resto de los prisioneros”.

Al Hussein añadió que la golpearon y sometieron a descargas eléctricas para que confesara cargos falsos de transporte de armas a las fuerzas anti-Assad. Cuando se negó, la encerraron en aislamiento durante 15 días. Desde la habitación contigua, el hedor a muerte y cadáveres era abrumador.

“El 8 de diciembre, cuando salí de prisión, me enteré de que mi marido se había casado con otra mujer y se había ido a Türkiye con mis hijos”, lamentó. “No he podido verlos hasta la fecha y esto no ha hecho más que aumentar mi sufrimiento y mi enfermedad”.

Shoaib y su madre, y Nour al Hussein son solo algunos de los innumerables sirios que salen de las cárceles con cicatrices físicas y psicológicas.

Tras años de una brutal guerra civil y la caída del régimen de Assad, Siria se enfrenta a la tarea titánica de reconstruir no sólo su infraestructura física, sino también las vidas destrozadas de su gente: cicatrices que tardarán años en sanar.

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Las familias pierden la esperanza de hallar a sus familiares desaparecidos en la prisión de Sednaya. Foto: Sonia Al-Ali

Un sistema de salud en ruinas

El sistema de salud de Siria, que en algún momento fue motivo de orgullo regional, ahora está hecho trizas.

Las familias pierden la esperanza de hallar a sus familiares desaparecidos en la prisión de Sednaya.

Según un informe que la Organización Mundial de la Salud (OMS) publicó en 2023, más del 50% de los centros de salud del país no funcionan o están gravemente dañados. Los medicamentos esenciales son escasos debido a la destrucción de empresas farmacéuticas durante la guerra y a los recortes fiscales del gobierno que obligaron a cerrar muchos hospitales y centros.

Durante el conflicto, el éxodo masivo de médicos dejó al país con una escasez crítica de personal. En 2015, más de la mitad de los 30.000 médicos de Siria habían huido del país, y la situación no ha hecho más que empeorar.

Si bien los recursos médicos limitados atienden las heridas físicas, el país no está preparado para hacer frente a la crisis de salud mental que se está gestando a raíz de la guerra. Años de tortura, hambre y aislamiento han dejado a decenas de miles de personas profundamente traumatizadas.

Muchos de los detenidos que fueron liberados recientemente de cárceles infames como Sednaya no pueden volver a la vida normal. Relatan torturas horribles, días interminables en la oscuridad y el trauma inevitable de ver morir a sus compañeros de prisión.

Yamal, de 43 años, sobrevivió cuatro años en Sednaya. Describió las torturas físicas y mentales que padeció. E incluso una vez lo obligaron a dormir durante dos días junto al cadáver de su compañero de prisión.

“Con frecuencia, los guardias me desnudaban y golpeaban. Era una tortura habitual. También nos mantenían hambrientos y no nos permitían dormir dentro de la prisión”, recordó en conversación con TRT World. “Lo peor era soportar el frío y luego ser castigados si salíamos al sol”.

Durante el tiempo que estuvo encarcelado, Yamal contrajo tuberculosis y con frecuencia los guardias retenían su medicamento. Ahora, libre, lo persiguen el insomnio y las profundas heridas psicológicas.

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Así se ven los pasillos al interior de la prisión de Sednaya, un lugar de tortura para miles de prisioneros. Foto: Sonia Al-Ali

Miedo y aislamiento

Walaa al Ballan, especialista en terapia psicológica de Alepo, explicó que los pacientes liberados de prisión que atiende se encuentran en estado de shock. Algunos sufren de claustrofobia e insisten en ser tratados en un espacio abierto.

“Los sobrevivientes padecen de muchos trastornos psicológicos que se manifiestan en una sensación constante de miedo y aislamiento, debido al estado de alienación y pérdida que experimentan tras ser liberados”, explicó a TRT World.

En los centros de detención del régimen, subrayó Al Ballan, las mujeres sirias fueron las que enfrentaron las condiciones humanitarias más difíciles. Sufrieron violencia diaria, acoso sexual que a menudo terminaba en violación y tortura que a menudo conducía a la muerte.

Otros grupos vulnerables a los trastornos psicológicos son aquellos que han perdido a familiares, sobrevivientes de detenciones, personas desplazadas, mujeres y niños que sufrieron traumas repetidos. Los equipos de emergencia, como los voluntarios de los grupos de rescate, también están expuestos a una gran presión psicológica.

Las enfermedades psicológicas más comunes son el trastorno obsesivo-compulsivo, los ataques de pánico y la ansiedad. Además, las personas también sufren depresión y trastorno de estrés postraumático.

El impacto de la guerra se extiende más allá de las cárceles. Bilal, de 33 años, quedó paralizado el año pasado tras un ataque en la ciudad de Idlib, que destruyó el campamento improvisado donde vivía.

“Tiempo atrás, quería estudiar y ser médico”, recordó en diálogo con TRT World. “Pero la guerra me traumatizó. Perdí a mi esposa y ahora estoy paralizado. Ya no sé qué hacer en la vida”, completó.

El estigma social

Al Ballan, el experto en asistencia psicológica, señaló que el estigma asociado a los trastornos mentales es una barrera importante para la recuperación. Las falsas ideas de que la enfermedad mental refleja una personalidad débil o falta de voluntad hacen que las personas se sientan avergonzadas o teman admitir que padecen problemas mentales.

Más de 13 años de conflicto en Siria han priorizado la atención médica de emergencia sobre la salud mental, lo que ha provocado una grave escasez de servicios de bienestar psicológico, en particular en el noroeste, donde continúa la violencia.

Un informe de la Sociedad Médica Sirio-Americana concluyó en 2022 que menos del 1% de los centros de atención médica en Siria ofrece apoyo en materia de salud mental. Con pocos psicólogos o psiquiatras capacitados, la carga recae sobre los médicos generales, ya sobrecargados de trabajo.

La Organización Mundial de la Salud estima que casi un millón de personas en la región padecen algún tipo de trastorno de salud mental. Si bien organizaciones internacionales han intervenido para ofrecer apoyo y abordar la creciente crisis de salud mental, esa asistencia está lejos de ser suficiente.

Grupos como Médicos Sin Fronteras (MSF) y el Comité Internacional de Rescate (IRC) han brindado servicios básicos de salud en campamentos para desplazados internos, pero estos esfuerzos están al límite de su capacidad. Se necesitan con urgencia programas de apoyo y rehabilitación de salud mental específicos para abordar el trauma psicológico a fin de generar resiliencia y brindar atención integral a poblaciones desplazadas y prisioneros que estuvieron encarcelados por muchos años.

La Oficina de las Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios informa que, en lo que va del año, solo se ha obtenido el 25% de los 4.100 millones de dólares necesarios para el plan de respuesta humanitaria en el noroeste de Siria.

El sector de la salud enfrenta un déficit de financiación de 471 millones de dólares, y solo se cubre alrededor del 10% de sus necesidades, según MSF. Esta brecha de financiación, advierten, pone en riesgo servicios de salud críticos, siendo la atención de salud mental la que tiene más probabilidades de quedar al margen.

El camino de Siria hacia la recuperación está plagado de desafíos, no sólo para reconstruir la infraestructura médica destrozada, sino también para abordar las profundas heridas psicológicas infligidas por años de guerra.

Para personas como Shoaib, su madre y Nour al Hussein, víctimas del miedo, el shock y el trauma de su encarcelamiento, el futuro parece sombrío.

A pesar de recibir tratamiento, su recuperación es incierta, lo que pone de relieve la inmensa carga psicológica que recaerá sobre la próxima generación de sirios. Sin una intervención urgente y apoyo internacional, el país corre el riesgo de dejar a su población atrapada en un ciclo interminable de trauma y desesperación.

*Nombres cambiados para proteger la identidad

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