Criptofiasco de Milei y la lección de Pinocho: reflexiones de un economista
El caso de la criptomoneda $LIBRA, cuyo valor se disparó tras un tuit de Milei y luego se desplomó el mismo día, evoca la fábula de Pinocho y revela los riesgos de la fe ciega en el mercado.
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El presidente de Argentina, Javier Milei. / Photo: Reuters
El reciente escándalo en torno a la criptomoneda $LIBRA y su difusión por parte del presidente de Argentina, Javier Milei, ha generado un revuelo comprensible. Todo comenzó con un tuit del mandatario en el que recomendaba esta inversión y terminó con el colapso del activo, dejando tras de sí pérdidas y una lluvia de críticas.
Como economista veo en este episodio algo más profundo que un simple error financiero: es un reflejo de cómo funcionan las ilusiones económicas y de cómo, muchas veces, las promesas fáciles terminan siendo caras.
Pinocho, el “Campo de los milagros” y la economía de las promesas
Este caso me trajo a la mente la historia clásica de “Las aventuras de Pinocho”, de Carlo Collodi. Todos conocemos esa parte donde Pinocho, ingenuo y lleno de esperanza, sigue el consejo del gato y el zorro.
Le dicen que, si entierra sus monedas en el “Campo de los milagros”, crecerá un árbol lleno de oro. Pinocho, soñando con hacerse rico sin mover un dedo, hace lo que cualquiera en su lugar también haría: se ilusiona y “planta” las monedas. Pero cuando vuelve al campo para comprobar su siembra no hay ni monedas, ni árbol, ni consejeros. Y para colmo el juez, en vez de ayudarlo, lo manda preso.
Esta historia tiene mucho que enseñarnos. Porque, al final, Pinocho es víctima, pero también cómplice de su propia ilusión. Le dijeron que el dinero podía multiplicarse solo, sin esfuerzo. Y él lo creyó.
¿Pinocho o el zorro?
Lo que pasó con $LIBRA tiene mucho de esa fábula. El presidente Milei, a quien en las redes y en los foros de internet muchos llaman “un excelente economista”, difundió una criptomoneda que, al poco tiempo, colapsó.
La explicación dada por los que saben del tema parece bastante simple: se trató de lo que en el mundo de las criptos se conoce como “rug pull”, un clásico de las estafas digitales. Primero, inflan el precio y atraen incautos. Después, desaparecen con la plata.
Ahora, la pregunta es: ¿qué papel desempeñó Milei en esta historia? ¿Fue como Pinocho, ingenuo y confiado? ¿O más bien como el zorro y el gato, que empujan a la gente a un negocio que huele a trampa?
Puede que haya actuado de buena fe, creyendo en la promesa de esta criptomoneda. De ser así, se podría decir que es preocupante que alguien formado en economía no haya anticipado el desastre. O, tal vez, simplemente subestimó el peso que tiene su palabra. Pero una cosa es que tu tío en el grupo de WhatsApp recomiende una inversión rara, y otra que lo haga el presidente de un país.
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El escándalo de $LIBRA recuerda la fábula en la que Pinocho entierra sus monedas esperando multiplicarlas, pero solo encuentra desilusión. / Foto: Getty Images.
Cuando un tuit mueve el mercado
La economía es, entre otras cosas, confianza. Y la palabra de un presidente tiene un peso enorme. Un solo tuit suyo puede hacer que miles de personas decidan invertir sus ahorros, más por fe que por análisis. Pero esa fe, si se traiciona, puede salir muy cara.
Este es el riesgo de jugar con las expectativas: cuando la gente cree que alguien con poder sabe lo que hace, sigue su ejemplo. Y, si ese ejemplo resulta ser un error, las pérdidas son colectivas.
Lo que enseña la economía (y Pinocho): no hay magia en la riqueza
Irónicamente, esto fue una forma de intervención en el mercado por parte de Milei, que siempre se define como un defensor del libre mercado. Su tuit, al venir desde la más alta investidura, distorsionó las expectativas, empujando a miles de personas a invertir en algo que, de otro modo, jamás habrían considerado.
Como economista, creo firmemente en la función y la utilidad del mercado en su capacidad para asignar recursos, fomentar la innovación y generar crecimiento. Pero también sé que el mercado no lo puede solucionar todo. El mercado necesita reglas, necesita transparencia y necesita que quienes ocupan posiciones de poder actúen con responsabilidad.
Este episodio es una prueba de que la fe ciega en el mercado, sin regulaciones ni responsabilidad, puede ser peligrosa. Un solo tuit infló una burbuja y arrastró a miles de personas a pérdidas económicas. ¿Es una falla del mercado o es una falla humana, de juicio, de prudencia y de ética? Probablemente un poco de todo.
El costo de las ilusiones: lo que América Latina debe aprender
Como en la historia de Pinocho, acá los grandes perdedores son los que apostaron esperando una ganancia rápida. Y, como suele pasar, es probable que los verdaderos responsables desaparezcan, mientras el golpe económico permanecerá.
Este episodio, aunque ocurrió en Argentina, resonó en Latinoamérica y en todo el mundo. Porque todos ya conocemos bien las estafas, las burbujas y los colapsos financieros. Entendemos lo que es perderlo todo de un día para otro. Sin embargo, los seres humanos seguimos cayendo en el canto de sirena de las soluciones fáciles, sobre todo cuando se trata de hacer dinero.
Tres lecciones que deberíamos tener claras:
No existen atajos a la riqueza: ninguna moneda mágica ni ningún “Campo de los milagros” multiplica el dinero. El crecimiento real viene del trabajo, la inversión y la producción. Todo lo demás es humo.
La responsabilidad de quien tiene poder es enorme: un presidente no es un influencer financiero. Su palabra no solo mueve el mercado, mueve vidas. Usarla para promover algo sin comprenderlo –o sin tener interés en ello– y sin considerar sus consecuencias es, como mínimo, imprudente.
La educación (financiera) es clave: si la historia de Pinocho se sigue repitiendo es porque no hemos aprendido. En una era donde las criptomonedas y las inversiones digitales son cada vez más comunes, la mejor defensa es entender cómo funcionan y, sobre todo, cómo fallan.
Cerrando el cuento: la verdadera moraleja
En la historia original, Pinocho aprende su lección después de muchos golpes. Pero, al final, deja atrás su ingenuidad y se convierte en un niño de verdad. ¿Y nosotros?
Lo que este escándalo debería enseñarnos es que, en economía, como en la vida, nada surge de la nada. No se puede generar riqueza real sin crear valor real. Y, sobre todo, que los atajos casi siempre llevan a callejones sin salida.
La verdadera riqueza, la que perdura, no se genera de la noche a la mañana ni se multiplica por arte de magia. No se hace dinero del dinero sin hacer nada. El trabajo, el conocimiento y la producción son las raíces de cualquier crecimiento sostenible.
Espero que esta vez, al menos, la lección quede clara. Porque, si seguimos buscando el “Campo de los milagros”, lo único que vamos a encontrar es más tierra vacía.