Villa Ocampo, la mansión argentina que reunió a intelectuales del siglo XX

Todo escritor, pensador o figura destacada que desembarcó en el puerto de Buenos Aires entre 1930 y 1970 fue recibido en Villa Ocampo, una mansión que ofició casi como una embajada de la cultura y se convirtió en un emblema del diálogo intercultural.

Villa Ocampo, en Béccar, Provincia de Buenos Aires.
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Villa Ocampo, en Béccar, Provincia de Buenos Aires.

“No guardo colecciones de valiosas pinturas, de ediciones raras, de objetos coloniales de plata... Sólo he coleccionado pasos y voces”.

Así describía Victoria Ocampo en su ensayo “La belle y sus enamorados” a su hogar, Villa Ocampo, una imponente casona que desempeñó un papel fundamental en la cultura del siglo XX en la Argentina y que vio desfilar un sinnúmero de artistas e intelectuales, desde Jorge Luis Borges y Federico García Lorca, hasta Ígor Stravinski e Indira Gandhi.

Ubicada en las afueras de la Ciudad de Buenos Aires y hoy en manos de la Unesco, la villa pasó de ser el lugar donde la familia Ocampo pasaba sus veranos a oficiar casi como una embajada de la cultura: entre 1930 y 1970, todo filósofo, dramaturgo, escritor o figura destacada que puso un pie en Argentina fue recibido en la Villa.

Construida a fines del siglo XIX, es considerada una síntesis entre modernidad, tradición, austeridad y autenticidad. El decorador francés Jean-Michel Frank afirmó que la casa tenía “un tono moral”, mientras que el Premio Nobel de Literatura Albert Camus escribió tras visitar el lugar que se sentía transportado a “Lo que el viento se llevó”.

Sin embargo, la casa como punto de encuentro de intelectuales solo cobra sentido a través de su última dueña, Victoria.

Nacida en 1890, carismática, enérgica y malhablada, desafió los límites de la aristocracia argentina y causó más de un dolor de cabeza a sus padres al abandonar la vida de casada para dedicarse a tejer redes en Europa y en Nueva York.

Luego, en un acto aún más revolucionario para la época, fundó en esa misma casa “Sur”, una de las revistas más emblemáticas de Argentina.

Desde 1931 y hasta su muerte, en 1979, publicó allí artículos, cuentos y ensayos de diversos autores. Una de sus primeras ediciones difundió “Romancero Gitano”, de García Lorca, quien visitó en reiteradas ocasiones la Villa durante un viaje a Buenos Aires, en 1933.

Refugio de intelectuales

En este marco fue que el compositor ruso Ígor Stravinski, considerado uno de los más influyentes del siglo XX, decidió hospedarse en Villa Ocampo en 1936, según explica Ernesto Montequin, director del Centro de Documentación Unesco-Villa Ocampo.

Como muestra de agradecimiento le regaló a Victoria el manuscrito de Perséphone, la pieza que presentó en el Teatro Colón, donde además ella participó como recitante.

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Igor Stravinsky con su hijo y Victoria Ocampo en el jardín de Villa Ocampo en 1936. (Imagen cortesía de Fundación Sur/Observatorio UNESCO-Villa Ocampo)

Por el contrario, la visita de Albert Camus estuvo muy lejos del público. Llegó al país en 1949 para dar una conferencia que, sin embargo, fue cancelada por desacuerdos con el Gobierno del entonces presidente Juan Domingo Perón, que había prohibido su obra “El Malentendido”. Por eso, decidió refugiarse en Villa Ocampo, donde todos los escritores e intelectuales acudieron a verlo.

Asimismo, en la lista de figuras que pasaron por la casa se destaca el nombre de Indira Gandhi. La entonces primera ministra de India estaba de gira por América del Sur y, durante su estadía en la ciudad, fue homenajeada allí con un evento donde estuvieron presentes los intelectuales argentinos más destacados del momento.

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Victoria Ocampo con Indira Gandhi durante su visita a Villa Ocampo en 1968. (Imagen cortesía de Fundación Sur/Observatorio UNESCO-Villa Ocampo)

Victoria mantenía un vínculo singular con India: en 1924 entabló una amistad con Rabindranath Tagore, Premio Nobel bengalí, quien planeaba pasar dos días en Buenos Aires, pero finalmente se quedó tres meses en una estancia cercana a Villa Ocampo, por invitación de ella.

Su encuentro dejó huellas en la cultura argentina y en la india, además de cartas, libros y hasta películas.

“Él le escribió poemas en inglés y en hindi. Por eso, Victoria es famosa allá y también vienen contingentes de la India a visitar la casa”, destaca Montequin.

El listado de figuras que visitaron la casa sigue y sigue: Graham Greene, Gabriela Mistral, Drieu La Rochelle, Pablo Neruda, Antoine de Saint Exupéry, Waldo Frank… Además, entre los argentinos asiduos de la casa se destaca Jorge Luis Borges, cercano a Victoria y uno de los primeros escritores que publicó ensayos en Sur.

Allí Borges entabló amistad con otro influyente autor, Adolfo Bioy Casares, quien se convertiría en cuñado de Victoria tras casarse con su hermana menor, Silvina.

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Adolfo Bioy Casares, Victoria Ocampo, y Jorge Luis Borges en Mar del Plata, 1935. (Imagen cortesía de Fundación Sur/Observatorio UNESCO-Villa Ocampo)

Ella estuvo presente junto a su esposo en la mayoría de los encuentros que allí se organizaban y despertó mucho interés como escritora.

“Silvina Ocampo era muy distinta a Victoria. Ella quedó relegada, eligió ese lugar mientras su hermana ocupaba el centro de la escena. Eligió conocer, pero sin ser conocida”, señala Montequin, quien también es curador del archivo y la obra de Silvina.

Victoria, la “Emperatriz de la Pampa”

Mucho antes de entrar en su papel de anfitriona, Victoria Ocampo contrajo matrimonio, pero apenas se embarcó en su luna de miel entendió que esa vida no sería compatible con sus proyectos.

Vivió distanciada de su esposo hasta enviudar y no tuvo hijos; aunque sí cosechó algunos romances y un gran amor, Julián Martínez, diplomático y primo de su marido.

Por eso, si de una novela se tratara, los romances que tuvo serían apenas un capítulo más: la “Emperatriz de la Pampa”, como la apodó André Malraux, fue una mujer influyente e independiente en partes iguales, y hoy es aclamada por los movimientos feministas.

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Desde 1931 y hasta su muerte, en 1979, publicó artículos, cuentos y ensayos de diversos autores en Revista Sur. (Imagen cortesía de Fundación Sur/Observatorio UNESCO-Villa Ocampo)

“Victoria tuvo una educación privilegiada, pero apuntada a una mujer cuyo rol es acompañar al hombre. Ella la aprovechó para valerse por sí misma: sin quererlo, sus padres le dieron herramientas gracias a las cuáles iba a emanciparse”, argumenta Montequin.

Además, durante sus viajes, se rodeó de mujeres de renombre como Coco Chanel, Virginia Woolf y la fotógrafa Gisèle Freund, a quien ayudó a escapar de la Francia ocupada por los nazis y exiliarse en Argentina.

En paralelo, Revista Sur la fue llevando a la ruina financiera, ya que estaba sostenida únicamente por su patrimonio; pero también puso su nombre y sus escritos en el centro de la escena, a tal punto que fue la única latinoamericana invitada a presenciar los Juicios de Núremberg y fue nombrada Doctor Honoris Causa por la Universidad de Harvard y por la Universidad Visva-Bharati de la India.

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Ejemplares de Revista Sur en exhibición en Villa Ocampo.

Ella no quiso meterse en el mundo de la política y rechazó ofrecimientos para ser embajadora; prefirió quedarse en el ámbito cultural, donde dejó un extenso legado.

Al cuidado de la UNESCO

Desde su juventud, Victoria impulsó el diálogo intercultural y soñó que la casa donde coleccionó tantos pasos y voces continuara fomentando la diversidad.

No tuvo herederos y no quiso que la villa quedara en manos del Estado, sometida a los vaivenes de la política. Por eso, la donó a la Unesco, una entidad en la que ella confiaba, quizás por su amistad con su primer director, Julian Huxley.

Hoy, el Observatorio UNESCO - Villa Ocampo mantiene sus puertas abiertas a todos los interesados en la cultura y la historia, con tours guiados y actividades, y continúa recibiendo visitas distinguidas, como la del escritor turco Orhan Pamuk en 2011 o las primeras damas de los países miembros del G20 en 2018.

Perfectamente conservada, Villa Ocampo se erige imponente en un rincón del barrio de Beccar, con los muebles exactamente como Victoria los dejó, una biblioteca repleta de libros con dedicatorias de sus autores y una mística tal que, en los días de lluvia, pareciese que las paredes susurran los secretos de los intelectuales más destacados del siglo XX.

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