5 tragedias climáticas que marcaron este 2024

El 2024 termina como el año más cálido que se ha registrado, con tragedias devastadoras que van desde olas de calor, huracanes, incendios en la Amazonía y el Mediterráneo, y sequías extremas.

Un bombero trabaja para extinguir un incendio forestal en una zona del Bosque Nacional de Brasilia, en Brasilia, Brasil. / Foto: Reuters
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Un bombero trabaja para extinguir un incendio forestal en una zona del Bosque Nacional de Brasilia, en Brasilia, Brasil. / Foto: Reuters

Olas de calor abrasadoras, huracanes que arrasan con todo a su paso, lluvias torrenciales que inundan terrenos enteros, sequías interminables que devastan cultivos, incendios forestales voraces y tormentas que parecen no tener fin han marcado un año de sufrimiento para el planeta.

Especialmente en las regiones de América Latina y el Caribe, y Oriente Medio, a lo largo de este año, TRT Español ha seguido de cerca estos fenómenos climáticos extremos, intentando explicar sus causas, consecuencias y la huella imborrable que dejan en las vidas de los más afectados.

También hemos centrado nuestra atención en la devastación provocada por Israel sobre Gaza y Líbano, en un año marcado por un brutal genocidio y ecocidio sin precedentes.

Aquí realizamos un recorrido por cinco eventos climáticos significativos de 2024, desentrañando las lecciones que nos dejan en un mundo donde la urgencia de enfrentar el cambio climático nunca ha sido tan evidente.

DANA en España: la peor inundación en un insiglo

Durante septiembre y octubre, España fue duramente golpeada por el fenómeno conocido como DANA, siglas que corresponden a Depresión Aislada en Niveles Altos. El fenómeno natural dejó inundaciones históricas en comunidades como Valencia, Alicante y Murcia, matando al menos 219 personas.

La DANA desbordó ríos y acumuló precipitaciones en niveles críticos, causando graves inundaciones que dañaron viviendas, infraestructuras y carreteras. Las imágenes de coches arrastrados por corrientes de agua y familias evacuadas se convirtieron en símbolos de la tragedia, dejando una marca profunda en la memoria colectiva de España.

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Hay miles de personas que siguen aisladas en España, ya que las autoridades no han podido acceder a algunas zonas tres días después de la tormenta. Foto: Getty Images

La magnitud del desastre también puso en evidencia la vulnerabilidad de las zonas urbanas frente a este tipo de tragedias climáticas extremas. Además, reavivó el debate sobre la insuficiente preparación para mitigar las consecuencias de lluvias torrenciales cada vez más frecuentes, lo que se materializó en protestas y manifestaciones por la gestión de la DANA en todo el país.

Incendios en la Amazonía: el pulmón verde bajo llamas

En 2024, la Amazonía, uno de los ecosistemas más esenciales del planeta, ha sufrido una devastación sin precedentes debido a la deforestación, la sequía y las malas prácticas humanas, según informaron las autoridades.

En Brasil, las llamas arrasaron más de 22 millones de hectáreas entre enero y septiembre, un aumento del 150% en comparación con el mismo período del año anterior, según el organismo de monitoreo MapBiomas.

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Vista de la devastación causada por un incendio forestal en la Amazonía en una zona de la Carretera Transamazónica BR230 en Labrea, estado de Amazonas, Brasil. Foto: Reuters.

El humo alcanzó las principales ciudades de Brasil y se extendió hasta Buenos Aires, en Argentina, y Montevideo, Uruguay, generando el fenómeno conocido como "lluvia negra".

Bolivia, por su parte, perdió 7,2 millones de hectáreas solo en la provincia de Santa Cruz, casi el doble que en 2023, según las autoridades locales. En Colombia y Ecuador, además de los incendios, una grave sequía causó cortes prolongados de electricidad y racionamientos de agua.

También en Chile, los incendios dejaron al menos 137 personas muertas y miles de viviendas fueron destruidas.

Estos incendios no solo destruyeron ecosistemas vitales, sino que también liberaron grandes cantidades de carbono a la atmósfera, acelerando el cambio climático.

Ecocidio en Gaza y Líbano

Ecocidio es el término para denominar la “destrucción deliberada de medio ambiente”, la mejor descripción de lo que Israel ha perpetrado este año sobre Gaza y Líbano, desde que comenzó sus mortales ofensivas contra estos territorios.

Los bombardeos incesantes de Israel han causado un daño ambiental irreparable en Gaza, con la destrucción deliberada de campos de cultivo que eran esenciales para la subsistencia de la población local. La pérdida de estos recursos intensifica la ya grave crisis humanitaria, mientras la infraestructura hídrica ha sido destruida, dejando a cientos de miles de personas sin acceso a agua potable.

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El ejército israelí dispara fósforo blanco para crear una cortina de humo en la frontera entre Israel y el Líbano, en el norte de Israel. Foto: Reuters

La muerte de más de 45.000 personas, la mayoría civiles, es solo una parte de la tragedia, ya que la devastación también ha afectado gravemente al medio ambiente, sumando el sufrimiento de las generaciones presentes y futuras en la región.

Además de la devastación en Gaza, el Líbano también ha sido gravemente afectado por los ataques israelíes. La infraestructura vital del país, ya debilitada por años de conflictos, ha sufrido aún más daños, lo que ha empeorado las condiciones de vida para los civiles.

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La destrucción de Gaza ha generado más de 39 millones de toneladas de escombros, algunos de los cuales están contaminados con munición sin detonar, amianto y otras sustancias peligrosas. Foto: Reuters

En el sur del Líbano, se han documentado ataques con fósforo blanco contra los campos de cultivo, causando una destrucción masiva de tierras agrícolas y un daño irreparable a los recursos naturales. Este tipo de armamento, prohibido en muchos países por sus efectos devastadores sobre las personas y el medio ambiente, ha incrementado el sufrimiento de la población libanesa, que ya enfrenta una grave crisis económica y humanitaria.

Incendios en el Mediterráneo

El verano de 2024, con varios récords de altas temperaturas que siguieron la tendencia de los últimos años, fue el más caluroso en el planeta desde que hay registros, según los datos del programa europeo Copernicus, referente mundial en monitorización climática.

En ese contexto, la cuenca del Mediterráneo vivió una temporada de incendios forestales particularmente destructiva este verano. Países como Türkiye, Grecia, Argelia y España fueron escenario de llamas incontrolables, alimentadas por olas de calor extremo y sequías prolongadas.

En Türkiye, las altas temperaturas superaron los 45 grados centígrados en regiones como Antalya y Mugla, lo que facilitó la propagación de los incendios. Las llamas arrasaron miles de hectáreas, afectando especialmente zonas turísticas y alterando el tráfico aéreo, lo que tuvo un impacto directo en la economía regional.

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Helicóptero y bomberos intentan extinguir un incendio forestal cerca de Atenas, Grecia, el 12 de agosto de 2024. AA

En Grecia, los incendios comenzaron a finales de julio y se intensificaron en agosto, especialmente cerca de Atenas, donde más de 100.000 hectáreas fueron consumidas por el fuego. La evacuación de miles de personas se llevó a cabo, incluidos hospitales y monasterios.

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Equipos intentan extinguir el incendio que estalló en Balikliova, en el distrito de Urla de Izmir, Turkiye, el 17 de agosto de 2024. AA

Francia y Portugal también enfrentaron incendios devastadores. En el sur de Francia, incendios alimentados por fuertes vientos obligaron a evacuar a miles de personas, mientras que en Portugal, un incendio consumió más del 6% de la superficie de Madeira, con más de 2.000 hectáreas afectadas en el noreste del país.

Huracanes en el Caribe

La temporada de huracanes en el Caribe de 2024 fue una de las más devastadoras de las últimas décadas, marcada por la intensidad de los fenómenos y su impacto en las comunidades. Huracanes de categoría 4 y 5 arrasaron islas como Haití, República Dominicana y Cuba, dejando tras de sí una destrucción masiva que profundizó las condiciones humanitarias y económicas preexistentes en la región.

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Un automóvil circula por una calle durante un apagón nacional provocado por una falla de la red eléctrica en La Habana, el 19 de octubre de 2024. ADALBERTO ROQUE / AFP

Estados Unidos y México también sufrieron los huracanes Milton y Beryl, que dejaron fuertes inundaciones y destrozos.

En particular, Haití fue uno de los países más afectados. Las inundaciones y deslizamientos de tierra desplazaron a miles de personas, destruyeron viviendas y devastaron cultivos esenciales. Como consecuencia, numerosas familias quedaron sin hogar y la inseguridad alimentaria, ya alarmante en el país, se agravó aún más. Esto, sumado a la inestabilidad política y económica que enfrenta Haití, puso en peligro la vida de millones de personas, exacerbando una situación ya crítica.

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Milton, que ha sorprendido a los meteorólogos por su rápida intensificación, ya es categoría 5: la máxima en la escala de huracanes. Foto: Reuters

Además, la temporada de huracanes en el Atlántico estuvo marcada por condiciones climáticas inusuales. Según la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA), en julio de 2024, el 35 % de los océanos del mundo experimentó olas de calor marinas.

Este aumento en las temperaturas superficiales del mar no solo afecta a los ecosistemas marinos, sino que también favorece la formación y rápida intensificación de ciclones tropicales, lo que explica la gravedad de los huracanes registrados.

Las tragedias ambientales de este 2024 subrayan la creciente urgencia de actuar frente a la crisis ambiental global. A pesar de los esfuerzos internacionales en eventos como las cumbres COP16 en Colombia y COP29 en Azerbaiyán, las devastadoras y mortales consecuencias de estos desastres revelan que se necesita un compromiso global más firme y urgente para evitar el colapso irreversible.

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