El oro rojo de Argentina, vaciado por capitales ingleses
Durante la primera mitad del siglo XX, la empresa La Forestal, de capitales ingleses, llevó a cabo una feroz e irracional explotación de un recurso natural clave de Argentina: el quebracho colorado.
Villa Ana, provincia de Santa Fe, Argentina — A principios del siglo XX, en el norte de Argentina, a 900 kilómetros de Buenos Aires, se encontraba la mayor reserva mundial de quebracho colorado, un árbol autóctono considerado un importante recurso no renovable debido a la lentitud de su crecimiento.
En el bosque del Gran Chaco, un territorio que se extiende por Argentina, Bolivia, Brasil y Paraguay, el quebracho colorado se conocía por su nombre científico, Schinopsis balansae.
La madera de este árbol era requerida para la construcción de puentes, postes, durmientes, a raíz de su durabilidad y resistencia a lo largo del tiempo.
Entre 1855 y 1867, durante las Exposiciones Universales de París, se dieron a conocer por primera vez a nivel mundial las propiedades tánicas del quebracho colorado, útiles para curtir y trabajar el cuero, además del uso de su madera imputrescible.
En este contexto, se desató lo que varios autores llamaron la "fiebre del oro rojo".
(Foto: Archivo General de la Nación, Argentina)
Esto ocurrió a finales del siglo XIX, cuando el Estado argentino estaba bajo el gobierno de una élite política que promovía la “modernización” mediante la apertura a las inversiones extranjeras y los préstamos internacionales, inspirándose en las principales capitales europeas.
Al igual que el colonialismo en África, los intereses occidentales –incluidos capitales alemanes, franceses, estadounidenses e ingleses– comenzaron a repartirse los extensos bosques de quebracho en el norte argentino.
Motivados por los beneficios económicos, rápidamente se fueron instalando fábricas para aprovechar el recurso natural.
En 1895 una de las primeras fábricas de tanino fue establecida por la firma francesa Portalis y Cía. en la zona de Vera y Pintado.
Cuatro años después, la firma alemana Harteneck y Cía, construyó otra fábrica en Calchaquí, en la provincia de Santa Fe, ampliando la presencia occidental en la zona. Este proceso cobró más impulso tras la fusión de ambas sociedades entre 1904 y 1905, cuando fundaron una fábrica de mayores proporciones en Villa Guillermina, en el noreste de dicha provincia.
Además, en 1905 la empresa estadounidense Argentine Quebracho Company fundó una fábrica en Tartagal, en la misma zona donde estaba ubicada la fábrica de Villa Guillermina.
(Foto: Archivo General de la Nación, Argentina)
Imperialismo británico
Los capitales ingleses fueron los últimos en llegar al norte santafesino, en 1906. La llegada de la compañía de origen británico se enmarca en uno de los innumerables episodios de saqueo de las riquezas latinoamericanas que han ocurrido a lo largo de más de 500 años, según el historiador Joan Martínez Alier.
En este contexto de modernización, en 1878 el gobernador de la provincia de Santa Fe, Simón de Iriondo, tomó un empréstito de 300.000 libras esterlinas de la casa Cristóbal Murrieta & Company de Londres, con el objetivo de fundar el Banco de la Provincia de Santa Fe.
Este suceso fue destacado en el libro ‘Política británica en el Río de la Plata’ por Scalabrini Ortiz, intelectual argentino de mediados del siglo XX. Allí reveló cómo los bancos en Inglaterra brotaban como hongos al calor de las demandas de créditos y empréstitos de los países latinoamericanos.
(Foto: Archivo General de la Nación, Argentina)
En 1880, De Iriondo procedió a pagar gran parte de la deuda del empréstito con tierras fiscales de los santafesinos. La provincia entregó casi dos millones de hectáreas, un 12% del territorio provincial, a la banca londinense Murrieta & Compañía.
Con ese capital de tierras inicial, ubicado en el corazón de los bosques de quebracho colorado, se fundó la Compañía de Tierras, Maderas y Ferrocarriles La Forestal Ltda.
Mediante este proceso de endeudamiento colonial nació la auténtica empresa conocida universalmente como “La Forestal”.
(Foto: Archivo General de la Nación, Argentina)
Una extensión del imperio británico
Una vez asentada en el territorio, La Forestal construyó una fábrica en el pueblo chaqueño de Villa Ana, impulsando un proceso de eliminación de la competencia y absorción de capitales, como los alemanes, franceses y estadounidenses.
En pocos años, la compañía inglesa se quedó con el monopolio de la extracción, producción y exportación de tanino a nivel mundial. En 1916 reportó una ganancia de 1.600.000 de libras esterlinas, según datos del diario La Razón.
La profesora de historia Andrea Alderete denomina a La Forestal como un “enclave económico”, afirmando que estos “se originan cuando la explotación y producción de una materia prima o industrial está, por un periodo largo de tiempo, en manos extranjeras y con escasa vinculación con la economía nacional”.
Otras figuras destacadas han subrayado el rol del dominio extranjero, como el ensayista Gastón Gori, quien calificó a La Forestal como “un estado dentro de otro estado” y sostuvo que representaba una extensión del imperialismo británico en suelo argentino.
(Foto: Archivo General de la Nación, Argentina)
Tanto el gobierno provincial como el nacional tenían prácticamente nula injerencia en el territorio controlado por la empresa. Tal es así que, según Gori, La Forestal tributaba mayor cantidad de dinero a la Corona Británica que al propio estado provincial, de donde extraía el tanino.
Durante este proceso, La Forestal mantenía un control social impactante sobre las personas que trabajaban o vivían en su territorio. En sus poblados no había comunas ni gobiernos propios; en su lugar la empresa disponía de la “Sección Pueblo”, que se ocupaba de atender reclamos y del mantenimiento general de cada localidad.
Asimismo, los poblados enfrentaban dificultades dado que no circulaba el dinero argentino y a los trabajadores se les pagaba con una moneda propia que solo podía utilizarse en el Mercado de Ramos Generales, el cual también pertenecía a la empresa.
(Foto: Archivo General de la Nación, Argentina)
Condiciones laborales y explotación en La Forestal
Según la antropóloga Marcela Brac, alrededor de las fábricas de tanino se fueron construyendo verdaderas villas obreras.
Pueblos industriales como Villa Ana, Villa Guillermina, La Gallareta, Tartagal y Santa Felicia reconfiguraron la geografía social del norte santafesino.
En 1920, el diario Santa Fe afirmaba que en los territorios de La Forestal había más de 20.000 trabajadores. En su libro ‘Historia de La Gallareta’ los historiadores David Quarín y César Ramírez distinguieron tres categorías de trabajadores que mostraban la eficacia colonial en ese periodo: obrajeros, obreros y empleados.
La clase obrajera era, según Gori, el corazón de la explotación de La Forestal. Eran los que se internaban en los montes y derribaban, a fuerza de hacha y machete, los enormes y durísimos quebrachos colorados. Los hacheros eran trabajadores precarizados que no dependían directamente de la empresa, sino de la figura de un contratista que intermediaba y garantizaba las paupérrimas condiciones en las que vivían.
La clase obrera estaba conformada los trabajadores de fábrica que se ocupaban de la industrialización del tanino. Si bien su situación era un poco mejor que la de los obrajeros, los obreros también realizaban su tarea en condiciones insalubres, trabajando 12 horas diarias y soportando el destrato permanente de sus superiores.
Por último, estaban los empleados, que representaban menos del 5% de los trabajadores y se distribuían entre químicos, ingenieros, contables y gerentes forestales.
Por lo general, las gerencias eran ocupadas por los propios ingleses, quienes encabezaban la pirámide social. La supremacía del sector queda evidenciada al analizar el Pliego de Condiciones, presentado por los trabajadores durante la huelga sindical en el año 1919. En su artículo 35 se puede leer: “Solicitamos que se ordene a los señores gerentes, ingenieros, químicos, jefes y altos empleados, que observen más respeto hacia los obreros”.
Masacre en los bosques de quebracho
El contexto de desamparo y explotación en que vivían los trabajadores de La Forestal dio inicio a una etapa de rebelión contra el desmesurado poder de la compañía inglesa.
(Foto: Archivo General de la Nación, Argentina)
Según Alejandro Jasinski, historiador y autor del libro ‘Revuelta Obrera y Masacre en La Forestal’, los tres primeros pasos de los obreros fueron la sindicalización, la elaboración de un pliego que contenía 35 demandas y una huelga que se realizó en diciembre de 1919 y paralizó completamente la producción de tanino en todas las fábricas.
La respuesta de La Forestal fue descomunal. Financió una policía montada, llamada Gendarmería Volante, que comenzó a perseguir y detener a los principales líderes del sindicato y a los referentes obreros de cada pueblo. El testimonio de Teófilo Lafuente, por entonces secretario general del Sindicato de Obreros del Tanino, revela su crueldad.
“Me llevaron a Villa Guillermina y dos cuadras antes de llegar a la Comisaría me empezaron a dar culatazos. No se me permitía hablar, ni comer, ni comunicarme con nadie. Con frecuencia a la noche, cuando dormía, la Gendarmería me despertaba apuntándome con armas wínchesters (...) Otras veces se alineaban policías para escupirme el rostro y darme culatazos. Hemos pasado un verdadero martirio,” afirmó en su testimonio publicado por el diario Santa Fe en 1920.
La Forestal en la actualidad. (Foto: Guillermo Sánchez)
Como último intento por revertir la situación, en enero de 1920 los obreros intentaron tomar la fábrica de Villa Guillermina para visibilizar lo que estaba ocurriendo en los poblados de La Forestal.
Después del fallido intento de tomar la fábrica se desató una masacre. En febrero de 1920 el diario Santa Fe informó que la Gendarmería Volante salió a cazar a los obreros que se habían refugiado en los bosques de quebracho.
No existe una cifra oficial de los muertos, aunque el diario Página/12 estima que más de 500 personas perdieron la vida.
Impacto social y ecológico
Tras la masacre, La Forestal continuó explotando los bosques de quebracho durante varias décadas, agotando prácticamente el recurso natural.
En 1963, cerró la última fábrica en funcionamiento, en La Gallareta. El próximo destino del colonialismo británico fue el continente africano, específicamente Sudáfrica, Kenia y Zimbabue. Allí, continuó produciendo tanino, pero esta vez con la planta mimosa, que no es autóctona de esa región.
El impacto social no pasó desapercibido en la zona de La Forestal. Se produjo un éxodo de los habitantes de la zona hacia nuevos horizontes en busca de trabajo, con polos industriales convirtiéndose en "pueblos fantasmas". La mayoría de la población emigró, sumiendo a estos pueblos en la desolación y el abandono.
(Foto: Guillermo Sánchez)
Pero estos acontecimientos también significaron un duro golpe ecológico por la deforestación de los bosques de quebracho colorado.
El investigador de historia ambiental Gustavo Zarrilli afirmó en su libro El Norte Forestal que se estima que hasta mediados de la década del ‘40 la industria del tanino había utilizado unos 30 millones de árboles, que equivalen a 2,5 millones de hectáreas de bosques.
Por último, Zarrilli agrega que, si se suman las toneladas de quebracho utilizadas para producir tanino, las destinadas a durmientes de ferrocarril y las quemadas como leña y carbón durante los aproximadamente 75 años de explotación de los bosques, totalizan aproximadamente 350 millones de toneladas.
(Foto: Guillermo Sánchez)
Esto equivale, en promedio, a la cantidad total de árboles de esa especie.
Los pueblos forestales en la actualidad
En la zona hubo un antes y un después de La Forestal. Su partida dejó un gran vacío que aún no se ha llenado, a pesar de los denodados intentos y propuestas de los habitantes de la zona. La actual realidad es difícil para las nuevas generaciones, con falta de oportunidades para estudios superiores y escasas posibilidades de empleo, lo cual fomentó a un éxodo que aún no ha culminado.
Los pueblos forestales todavía se encuentran en una etapa de transición hacia nuevos proyectos que puedan revertir la situación. El tiempo dirá.