¿Cómo avanza la transición energética en América Latina?
La riqueza en recursos energéticos facilita la transición hacia las fuentes renovables, pero en el camino surgen obstáculos, tales como la explotación y la rigidez en el modelo de inversión.
Al contrario de otras regiones del planeta, América Latina y el Caribe (ALC) cuenta con abundantes recursos energéticos que van desde la potencia hidroeléctrica hasta las reservas de gas no convencional.
Además, la región posee gran cantidad de recursos naturales relevantes para la transformación energética global.
Para mencionar algunos ejemplos: Chile es el mayor productor de cobre del mundo y hoy representa alrededor del 30% del suministro mundial de litio.
Brasil es un importante exportador de bauxita y grafito. Perú desempeña un papel clave en el suministro de otros minerales críticos como el níquel y la plata.
Además, existen reservas poco exploradas de litio en Bolivia y Argentina y tierras raras en Brasil. Todos estos recursos pronto jugarán un papel determinante en la transformación energética global.
Un enorme potencial
Esto indica que desde el punto de vista de la oferta ALC cuenta con enormes potenciales para lograr una transición energética a bajo costo y al mismo tiempo contribuir a la misma a nivel planetario.
Sin embargo, la región también tiene enormes reservas de portadores fósiles de energía como petróleo o carbón y es un exportador neto de estos commodities.
Esto puede convertirse en un obstáculo para la transformación energética.
Guyana y Brasil, por ejemplo, han aumentado su producción de petróleo y gas natural en los últimos años y juntos fueron responsables de alrededor del 15% del aumento de la oferta mundial de petróleo entre 2019 y 2022.
Los combustibles fósiles son actualmente responsables de dos tercios del suministro total de energía en ALC: el petróleo (40%), el gas natural (23%) y el carbón (4%).
Instalaciones de extracción de petróleo y gas en Vaca Muerta, en el sur de Argentina. (GETTY IMAGES)
Y por el lado de la demanda, el consumo final de energía en ALC está dominado por el petróleo, que hoy representa casi la mitad del consumo final total. La otra mitad se divide principalmente entre electricidad (20%), bioenergía (18%) y gas natural (11%).
Existen todavía muchos claroscuros en el proceso de la transformación energética de la región y hay enormes diferencias entre países, en muchos casos dependientes de la dotación de recursos.
Según el Índice de Transición Energética (ETI), publicado por el Foro Económico Mundial, Brasil, Uruguay, Costa Rica y Chile están a la vanguardia de la transformación energética en la región, con un puntaje que oscila entre el 62,5 para Chile en la posición 30 del ranking y 65,9 para Brasil en la posición 14.
Entre 2015 y 2023 la región aumentó su capacidad renovable en 51%, alcanzando ese último año el 64% de generación a partir de fuentes renovables en su matriz eléctrica, gracias a la hidroelectricidad y a los avances en energías solar y eólica.
Esta es una cifra significativa si tomamos en cuenta que el promedio mundial alcanza el 29%.
La generación de energía eléctrica
ALC tiene uno de los sistemas eléctricos con menores emisiones del mundo.
Según datos de la Agencia Internacional de Energía (IEA) las energías renovables representaban alrededor del 61% de la generación de electricidad en el continente.
Dentro de estas, la energía hidroeléctrica es la más importante y aporta el 45% de la generación total, mientras que la eólica y la solar fotovoltaica tienen un nivel de participación del 8% y el 4% respectivamente.
Con 4%, la bioenergía ha aumentado enormemente su participación. La energía nuclear representó apenas el 2%. De todas maneras, los combustibles fósiles representaron el 36% de la generación de electricidad en 2022.
La urbanización como desafío
Uno de los desafíos más importantes para la transformación energética es el acelerado proceso de urbanización.
Con 8 de cada 10 habitantes viviendo en zonas urbanas, la región es la segunda más urbanizada del mundo. Y es que las ciudades producen un tercio de las emisiones regionales de GEI (gases de efecto invernadero) en ALC, y el transporte es uno de los sectores de emisiones más altas en las zonas urbanas, contribuyendo con el 61% de las emisiones en São Paulo, el 38% en Bogotá y el 30% en Buenos Aires.
Muchas ciudades de la región ofrecen transporte público accesible, pero el diseño de las rutas y la baja frecuencia y confiabilidad a menudo significan tiempos de viaje más largos según el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
En vista de ello, desde hace algunos años ALC enfrenta el difícil desafío de mejorar los sistemas de transporte urbano para hacerlos eficientes, accesibles y sostenibles para todos los residentes.
Sin embargo, el crecimiento rápido y a menudo no planificado de las ciudades, los recursos financieros limitados y la falta de planificación urbana estratégica han obstaculizado el desarrollo de los sistemas de transporte público. Como consecuencia, entre 2000 y 2022 se triplicó la flota de automóviles.
La inversión en energías renovables
Otro de los grandes desafíos de la transformación energética en ALC es su financiamiento. Los gobiernos de la región han gastado alrededor de 14 mil millones de dólares en la transición a energías limpias desde 2020.
Esta suma representa aproximadamente el 15% de lo que se ha gastado en total en las economías de mercados emergentes y en desarrollo y representa uno de los niveles más bajos de inversión en energía como porcentaje del PIB.
El porcentaje se situó por debajo del 3% entre 2014 y 2022, en comparación con el 5% en Eurasia, Oriente Medio y el Norte de África y casi el 4% en el África subsahariana.
Aerogeneradores operan en Serra da Babilonia en Morro do Chapeu, en Brasil. (GETTY IMAGES)
Para acelerar las tasas de cobertura y alcanzar los objetivos de una transición energética justa hasta el 2030, se requiere que los gobiernos atraigan la inversión necesaria para universalizar el acceso y aumentar la proporción de energía renovable a través de instituciones apropiadas y marcos regulatorios transparentes.
En cuanto a la inversión privada, se pueden observar señales positivas que de hecho estarían en concordancia con los acuerdos internacionales.
Según estimaciones de la IEA, los anuncios de inversión extranjera directa –un indicador de inversiones futuras– se han centrado fuertemente en la energía limpia, especialmente la generación de energía renovable. Empresas de Estados Unidos y la Unión Europea han sido los principales inversores en ALC.
Esto no solo es halagador, sino además realista si tomamos en cuenta que la inversión de capital en energías renovables ha sido mucho mayor que en la generación de combustibles fósiles durante la última década. Fue casi diez veces mayor en 2022, y la energía solar fotovoltaica (PV) representó una parte importante de este aumento del gasto.
Sin embargo, los costos de inversión, ya sea de cartera o directa, son aún muy elevados en ALC. El costo de capital en Brasil y México es entre dos y tres veces mayor que en China, Europa y Estados Unidos.
Esto representa todavía un enorme obstáculo para el flujo de dinero para el fomento de las energías renovables.
En suma, esto implica que las inversiones en este sector todavía van acompañadas con altas tasas de endeudamiento que no pueden ser compensadas con los esfuerzos de financiamiento promovidos por los bancos de desarrollo como el BID o el Banco Mundial.