Riesgo de inseguridad alimentaria acecha Latinoamérica por crisis climática

La mitad de los países de América Latina están en riesgo de sufrir impactos en sus índices de subalimentación por cuenta de los eventos climáticos extremos, según un reporte de la ONU.

Fotografía de archivo de terrenos consumidos por el fuego junto al Río Bío Bío en la comuna de Santa Juana (Chile).  / Foto: EFE.
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Fotografía de archivo de terrenos consumidos por el fuego junto al Río Bío Bío en la comuna de Santa Juana (Chile). / Foto: EFE.

No solo son los desastres naturales y el aumento de las temperaturas: el cambio climático también amenaza la seguridad alimentaria de América Latina y el Caribe. El 74% de los países de la región enfrenta una alta frecuencia de eventos climáticos extremos y el 50% se considera vulnerable porque tienen una mayor probabilidad de sufrir impactos en sus índices de subalimentación debido a estos fenómenos. Así lo advirtió el informe “Panorama Regional de la Seguridad Alimentaria y la Nutrición 2024”, que la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) publicó este lunes.

"El cambio climático es hoy un problema igual de serio que la inseguridad alimentaria, donde la realidad cotidiana implica la ocurrencia de eventos climáticos extremos, frecuentes y de alta intensidad. Por lo tanto, los sistemas alimentarios no pueden continuar operando como operaban antes, sin tener en consideración que este cambio llegó para quedarse", dijo a la agencia de noticias EFE la directora regional de la División de América Latina y el Caribe del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA), Rossana Polastri.

En esa línea, el informe destaca la necesidad de contar con sistemas alimentarios resilientes a la crisis climática. Entre 2019 y 2023, la subalimentación creció un 1,5 % en países afectados por eventos climáticos extremos. La situación, dice el estudio, es peor en aquellos países que experimentan recesiones económicas. Las poblaciones más vulnerables se ven afectadas de manera desproporcionada, porque tienen menos recursos para adaptarse.

Según el reporte, en 2023, el hambre afectó a 41 millones de personas en América Latina, 2,9 millones menos que en 2022 y 4,3 millones menos que en 2021. Sin embargo, hay desigualdades en la región. En el Caribe, el hambre ha ido aumentando en los últimos dos años, impactando al 17,2 % de la población, mientras que se ha mantenido relativamente estable en Mesoamérica, con un 5,8 %. Aunque hay mejoras, los niveles siguen por encima de los registrados antes de la pandemia de COVID-19.

Reuters

Los bomberos trabajan para extinguir un incendio forestal en una zona del Parque Burle Marx en Brasilia, Brasil. Foto: Reuters.

Los niveles de inseguridad alimentaria

Ahora bien, con respecto a la inseguridad alimentaria moderada o grave, la región también demostró avances por segundo año consecutivo. En total, 187,6 millones de personas en la región experimentaron inseguridad alimentaria, 19,7 millones menos que en 2022 y 37,3 millones menos que en 2021.

El informe explica que la reducción de estos índices se explica por la recuperación económica de varios países de América del Sur debido a programas de protección social, esfuerzos económicos pospandemia y políticas específicas destinadas a mejorar el acceso a los alimentos.

No obstante, los datos muestran que hay grupos rezagados: comunidades rurales y mujeres que se ven afectados de manera más pronunciada por la inseguridad alimentaria y están más vulnerables a eventos climáticos extremos. Justamente, en una región donde la brecha de género sigue siendo más elevada que el promedio global.

"Un tercio de los alimentos consumidos a nivel mundial son producidos por la agricultura familiar o pequeña escala. Esto se puede extrapolar a Latinoamérica o al menos vamos a estar muy cerca. En particular en el Caribe, hablamos de islas pequeñas en desarrollo, donde la principal actividad económica son los servicios, por tanto la inversión en agricultura no ha sido necesariamente priorizada", detalló la experta Polastri.

AFP

Granizada inusual en Pueblo, México

El “corredor seco” de Centroamérica

El informe hizo énfasis en la vulnerabilidad que enfrenta un área denominada el "Corredor seco" de Centroamérica, frente a las sequías prolongadas. Esta franja de territorio se extiende desde el sur de México hasta una parte de Panamá, pasando por Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica.

"Catorce países se consideran vulnerables porque tienen una mayor probabilidad de tener un impacto en la subalimentación, debido a estos fenómenos" extremos, remarcó la organización.

Además de las sequías, las olas de calor y las tormentas intensas reducen la productividad agrícola, interrumpen las cadenas de suministro y aumentan los precios de los alimentos, dijo el organismo en su estudio. "La variabilidad del clima y los eventos extremos son una amenaza para la estabilidad de la seguridad alimentaria y la nutrición", alertó en un comunicado Mario Lubetkin, representante regional de la FAO

AFP

Inundaciones en Porto Alegre, Brasil, mayo 2024.

El impacto sobre las mujeres

Las mujeres, en particular, enfrentan mayores dificultades de acceso a activos como la tierra y el crédito, lo que agrava su situación en contextos de crisis alimentaria.

"Las mujeres tienen que atender a la familiar, al adulto mayor, atender su tierra, de la que muchas veces no es propietaria, por tanto no puede acceder a crédito. Apuntamos muchos proyectos a actividades de empoderamiento de las mujeres en las decisiones de inversión, asociarse y construir capital social", puntualizó Polastri.

La región también ha experimentado mejoras en la inseguridad alimentaria moderada o grave por segundo año consecutivo. En 2023, 187,6 millones de personas vivieron esta situación, 19,7 millones menos que en 2022.

Esta reducción se atribuye a la recuperación económica, programas de protección social y políticas públicas orientadas a mejorar el acceso a los alimentos.

No obstante, el informe enfatiza que la estabilidad alimentaria a largo plazo depende de acciones inmediatas para recopilar datos, fortalecer políticas públicas y adaptar los sistemas productivos a la variabilidad climática.

"Necesitamos medidas urgentes para identificar las estrategias más efectivas”, concluyó Lubetkin.

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