Tres historias revelan el impacto del cambio climático en América Latina

La región produce solo el 10% de gases de efecto invernadero, pero sufre los mayores impactos del cambio climático: huracanes, sequía y ganado sin pasturas. ¿Cómo puede afectar la cadena alimentaria?

Pescadores empujan un bote en el lago Aleixo, en medio de una sequía en Manaus, estado de Amazonas, Brasil, el 24 de septiembre de 2024. Foto: AP
AP

Pescadores empujan un bote en el lago Aleixo, en medio de una sequía en Manaus, estado de Amazonas, Brasil, el 24 de septiembre de 2024. Foto: AP

A pesar de que Latinoamérica sólo aporta el 10% de las emisiones de efecto invernadero a nivel mundial, el cambio climático ha provocado pérdidas a la región que superan el 2% de su PBI.

Ya en 2021, un informe de Naciones Unidas pronosticaba que el cambio climático se ensañaría con esta región si no se lograba detener, a nivel global, las emisiones de dióxido de carbono y otros gases a la atmósfera. Los últimos años han demostrado que los fenómenos meteorológicos se han vuelto extremos en este lado del planeta, con huracanes que han alcanzado récords de intensidad y sequías, como las del Amazonas, cuyos registros son los peores en 50 años.

¿Peligra la cadena alimentaria?

Yara Suñé, ingeniera agrónoma, es productora rural en una granja del estado de Río Grande Sur, en Brasil, y su trabajo depende 100% de las vicisitudes climáticas. “Nosotros trabajamos con ganado que se alimenta íntegramente de pasto natural”, explica Suñé a TRT Español. “Dependemos totalmente del terreno donde viven las vacas y de las condiciones climáticas que lo determinan. Necesitan agua, sol y una buena tierra. Aquí vivimos de lo que producimos y, desde los últimos diez años, vemos cómo los pastos están desapareciendo, y con ellos la producción de animales también, por lo que la cadena alimentaria se ve afectada”.

Others

Yara Suñé, granjera, con los gauchos con los que intenta preservar la cultura gaucha brasileña. Foto: cortesía de Yara Suñé.

No sólo sufren sequías de forma más habitual y de mayor duración e intensidad, sino que un reciente tornado afectó su granja, dejó cortes de luz y daños considerables al ganado, un fenómeno natural nunca antes visto en la zona.

“Los granjeros en el campo sufrimos más que la gente de la ciudad porque nosotros dependemos de la producción de leche y carne”, explica Yara. “Si los animales no tienen pastos ni agua suficiente, producen menos leche y engordan menos por lo que la cantidad de carne también se ve afectada. Con la disminución de la oferta, los precios suben y el ciclo de supervivencia afecta a todo el mundo”, añade.

Others

Pastos secos del bioma Pampa, en Río Grande del Sur, Brasil. Foto: cortesía Yara Suñé.

Yara no tiene duda de que todo esto está provocado por el cambio climático. Lleva haciendo este trabajo 25 años y ha sido testigo de los cambios que se desencadenan cada temporada. Entre ellos, el hecho de que “la predicción meteorológica haya dejado de ser fiable porque el tiempo es mucho más cambiante que antes y eso acrecienta el problema para los granjeros y agricultores”, agrega Suñé.

“También ha subido la temperatura en esta zona, un grado Celsius durante los últimos diez años. Así es muy difícil preservar la cultura gaucha brasileña, que integra la naturaleza, la producción y la conservación de tierras y ganado, tanto de vacas como de caballos, algo muy importante para nosotros”.

Leer más
Leer más

Delfines y tortugas: cómo se ha perdido el 73% de vida silvestre en 50 años

Huracanes de una agresividad nunca vista

Cuando la mexicana Leticia García, de 77 años, llegó por primera vez a Acapulco pensó que estaba “en el paraíso”. “Mi marido, nuestros dos niños y yo vivíamos en Ciudad de México pero en cuanto podíamos nos íbamos a Acapulco a disfrutar de una casita que compramos hace 40 años y a la que me fui a vivir sola, de forma permanente, hace cinco años”, recuerda García.

Hasta que el 25 de octubre de 2023 llegó el huracán Otis, el ciclón tropical más fuerte que ha tocado tierra en las costas del Pacífico mexicano y el primero en hacerlo como huracán de categoría 5 en la escala Saffir-Simpson. “Otis fue un reguero de devastación. Habíamos sufrido huracanes antes en Acapulco pero no solían tocar tierra y yo nunca pasé miedo en esas situaciones”, evoca.

Leer más
Leer más

Las huellas del clima en la migración y salud en América Latina

Pero Otis superó todas las expectativas y se convirtió en un ciclón con mayúsculas. “La ciudad y la casa en la que guardaba los recuerdos de toda una vida han quedado destrozadas. Las camas de los hoteles estaban desperdigadas por las calles, las viviendas derruidas, la playa desaparecida. Durante cuatro días tuve que permanecer sola en casa, con las paredes y el techo destrozados, porque nadie podía acceder a la ciudad ni a mi vivienda para rescatarme”, relata.

Los expertos señalan que el incremento de la temperatura de los océanos y la mayor capacidad de la atmósfera para contener la humedad, elementos que han aumentado debido al cambio climático, dan lugar a una mayor intensidad de fenómenos como los huracanes.

Todo ello provocó que, en tan solo 12 horas, la tormenta tropical Otis se fortaleciera a un huracán de categoría 5, algo solo visto anteriormente en la historia con el huracán Patricia, en 2015. En esa oportunidad, los daños fueron menores debido a que azotó una zona poco poblada, mientras que el paso de Otis provocó que una de las joyas turísticas de México quedara en ruinas.

Fuentes de agua potable que se acaban

Verónica Macías ha vivido sus 38 años en el cantón Portoviejo de Manabí, Ecuador. Trabaja en un programa de agua potable y alcantarillado incluido en la mayor dotación de recursos para el agua potable de esta zona en su historia, gracias a la financiación del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y la Agencia de Cooperación Española (AECID). Algo que no había sido necesario tiempo atrás, pues siempre existieron pozos y fuentes que permitían el suministro de agua potable al 80% de la población.

Desde finales de la década de 1990, los vecinos han constatado cómo las fuentes se secan, lo que obliga a las personas en estas zonas rurales a desplazarse para obtener agua. “Lo hacen por pura supervivencia”, señala Verónica. “Hay gente que en la época seca tiene que andar incluso 8 horas diarias para el acarreo de agua”.

Others

Verónica Macías en la asamblea comunitaria de la Comunidad Cañales de la Parroquia Calderón, en Ecuador. Foto: cortesía del equipo de Agua Potable y Alcantarillado de Portoviejo.

Pero este no es el único efecto del cambio climático. “En 1998 sufrimos El Niño, un fenómeno de calentamiento de las aguas del océano Pacífico que acaba determinando el clima en varias partes del planeta”, explica Verónica. “En esa ocasión, las lluvias provocadas por dicho fenómeno fueron tan extremas, que causaron decenas de muertos y la destrucción de numerosas infraestructuras”.

Con el cambio climático, los ciclos y las temporadas pierden su ritmo. “La época de lluvias ahora es mucho más irregular, y además se ha acortado, por lo que el campo recibe mucha menos agua que hace años. Antes la época de lluvias duraba seis meses. Ahora hay años que se limita a un mes”, concluye Macías.

Others

Fuente en proceso de secamiento en la comunidad de Las Tabladas, de la Parroquia Alhajuela (Ecuador). Foto cortesía del equipo de Agua Potable y Alcantarillado de Portoviejo.

El cambio climático condiciona el día a día de millones de personas en todo el mundo y, de forma más virulenta, en Latinoamérica y el Caribe. Una región que ve cómo sus habitantes sufren el deterioro de necesidades tan básicas como el agua, la comida o la vivienda. Y, si no se toman medidas a tiempo, las noticias del cielo seguirán bajando como un abismo de catástrofes.

Route 6