La debacle de Europa: una crisis de identidad la obliga a cambiar el rumbo

Crisis energética, desindustrialización, pérdida de competitividad y retraso tecnológico, Europa necesita un nuevo proyecto independiente de EE.UU. que la saque del letargo y le devuelva protagonismo.

Banderas de la Unión Europea cerca del edificio Barlaymont de la Comisión Europea en Bruselas, Bélgica, el 21 de junio de 2023. / Foto: Getty Images.
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Banderas de la Unión Europea cerca del edificio Barlaymont de la Comisión Europea en Bruselas, Bélgica, el 21 de junio de 2023. / Foto: Getty Images.

La continua aplicación de políticas económicas erróneas y orientadas a favorecer sólo el interés privado, además del sometimiento a los dictados de Estados Unidos, han dejado a Europa en una situación de gran debilidad, justo en un momento en que debe enfrentarse a grandes amenazas en la escena internacional.

Dos hechos reflejan sintomáticamente la situación con la que comienza Europa el nuevo año. Alemania, su motor económico, culmina un segundo año en recesión y uno de sus grandes institutos de investigación económica reconoce que se encuentra en una situación de "crisis estructural".

Desde otro punto de vista, es significativo el silencio vergonzante de las autoridades europeas ante el anuncio de Donald Trump de que quiere apropiarse de Groenlandia, un territorio que forma parte de un país miembro de la Unión Europea.

Debilidad económica e insignificancia geopolítica. Dos expresiones de una misma moneda: la pérdida de impulso, poder y presencia de Europa en el mundo de nuestros días.

Fracturas de todo tipo

La UE se encuentra en el vértice de un conjunto de amenazas que no sólo se pueden calificar de peligrosas, sino de auténticamente existenciales, pues afectan al mismo tiempo la economía, la política y sus instituciones, además del poder efectivo que estas van a poder desplegar para defenderse.

La primera es de carácter estrictamente económica. Aunque de momento Alemania se lleva la peor parte, es toda la economía europea la que se encuentra en problemas. La eurozona no levanta cabeza y la mayoría de los pronósticos coinciden en que "está lejos de la recuperación". Y es normal. Crisis energética, desindustrialización acelerada, pérdida de competitividad y retraso tecnológico conforman un cóctel envenenado que produce parálisis productiva y retraso frente a las demás potencias económicas.

La segunda amenaza que enfrenta Europa es su pérdida de influencia en el nuevo marco de relaciones económicas y comerciales que se está generando. Entre Estados Unidos y los BRICS, Europa no encuentra lugar ni ofrece al mundo alternativas de planteamiento y resolución multilateral de los grandes problemas de nuestro tiempo. Está a la deriva y esta desubicación le supone una amenaza grave porque la deja desprotegida, dependiente y vulnerable. Especialmente, si a eso se añade el rechazo explícito que recibe de países, como los africanos, donde antaño influyó y de donde obtuvo poder.

¿Acuerdos que debilitan?

En contra de lo que se quiere hacer creer, el reciente acuerdo entre la Unión Europea y Mercosur no va a abrir un nuevo espacio de fortalecimiento para la economía europea (como tampoco para la contraparte). Sin potentes políticas redistributivas o de compensación, la liberalización del comercio aumentará las divergencias internas, eliminará miles de empleos y deprimirá sectores fundamentales en ambas partes al desprotegerlos. Impulsará la concentración que dará aún más poder a los grandes grupos de capital industrial y financiero, como ha ocurrido siempre que se conceden ventajas asimétricas en los mercados. Dañará al medio ambiente, dificultando los procesos de transición hacia una mayor sostenibilidad. Y, para colmo, debilitará aún más a Europa al llevarse a cabo justo cuando Trump va a reforzar el proteccionismo de Estados Unidos.

A esas grandes amenazas económicas se le pueden sumar otras dos que tienen que ver con la política, el poder y la hegemonía.

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Sometimiento y avance del populismo

Por un lado, Europa mantiene una posición de sometimiento ante Estados Unidos que no sólo hace que sufra ella misma los costes que se imponen a terceros, como en el caso de las sanciones a Rusia. Además, la lleva a adoptar posiciones de incoherencia e incluso de franca inmoralidad. Por ejemplo, condenando “la invasión a gran escala de Ucrania” por parte de Rusia y permitiendo al mismo tiempo que Israel cometa un genocidio con Palestina. Una contradicción vergonzante que le impide asumir posiciones de liderazgo internacional autónomas y resta credibilidad a cualquier iniciativa de política exterior en el futuro inmediato.

Por otro, Europa se muestra incapaz de contener el avance de fuerzas populistas de extrema derecha que cada vez disimulan menos su propósito final de dinamitar el actual modo de funcionamiento de la Unión Europa, sus instituciones, valores y políticas.

Todo esto le ocurre a Europa en el peor de los momentos, cuando la presidencia de Trump va a abrir un periodo de convulsión y conflicto abierto en todos los órdenes. La guerra comercial puede ser demoledora para una Europa económicamente debilitada, dependiente, sin proyecto estratégico y desprotegida; y la tensión militar la obligará a destinar recursos a este rubro, aumentando el descontento que alimenta a la extrema derecha y mina la confianza institucional.

Lo sorprendente de todo esto es que se produzca por causas tan visibles.

En primer lugar, por la aplicación continuada durante décadas de políticas favorecedoras de los mercados que sólo han servido para reforzar el poder de las grandes corporaciones. Y no precisamente gracias a su dinamismo y capacidad innovadora, sino a su influencia sobre las instituciones europeas que les permiten extraer rentas sin límite. Ni siquiera el shock que produjo la Gran Recesión, ni la crisis del COVID-19 sirvieron para que los responsables de la Unión Europea tomaran conciencia del daño que generan sus errores y el servilismo hacia el poder económico y cambiaran de orientación política, como incluso Estados Unidos hizo bajo la presidencia de Biden.

Aunque el crecimiento del PIB es una expresión bastante burda, al menos resulta significativo de la debilidad y decadencia que esas políticas han provocado en la Unión Europea: su PIB (incluyendo el de Reino Unido antes del Brexit) sólo aumentó un 21% en los últimos 15 años, frente al 72% de EE.UU. y el 290% de China.

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Desde el 2000, su peso en la economía mundial medido en paridad de poder de compra (es decir, equiparando los precios) ha bajado 5,1 puntos; el PIB per cápita en relación con el de Estados Unidos se redujo en casi dos puntos y, en lugar de ser 12 veces mayor que el de China como lo era entonces, ahora sólo es poco más de 3 veces superior.

En segundo lugar, la debilidad europea proviene de su incapacidad para reforzar la democracia y las instituciones representativas, algo que no permite que la UE se consolide como un proyecto que la ciudadanía apoye y sienta como propio. Aunque la opinión no sea exactamente comparable por la forma en que se realiza el Eurobarómetro, es significativo, por ejemplo, que en 2000, sólo un 19% de la población encuestada tenía una imagen negativa o bastante negativa de la Unión, mientras que en 2024 un 59% consideraba que las cosas iban en la mala dirección.

En su día, Angela Merkel reclamó reglas presupuestarias que ningún Parlamento pudiera modificar y lo consiguió. Pero el resultado ha sido el reforzamiento de los grupos de poder que actúan en las sombras, el declive económico, el descontento social que ha catapultado a la extrema derecha y la irrelevancia cada vez mayor de la Unión Europea en el tablero mundial.

Tras las pasadas elecciones al Parlamento Europeo, la gobernabilidad se ha hecho más difícil e inclinada hacia posiciones radicales, populistas y peligrosamente volcadas hacia el militarismo, esto último, incluso con el apoyo de los socialistas. Si no se produce un giro de orientación y la Unión Europea no apuesta por políticas económicas que protejan su actividad productiva y generen más bienestar, y si no define con urgencia un proyecto propio que la libere de los imperativos de las imposiciones estadounidenses, Europa puede entrar en una etapa de dolor, frustraciones y conflictos hasta hace poco imprevisibles.

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